miércoles, 30 de octubre de 2013

El paro duplica los casos de depresión y ansiedad entre los desempleados en España

El desempleo causa estragos entre quienes lo sufren, no sólo a nivel económico y social sino también a nivel personal. Psicólogos internacionales advierten de que las personas en paro tienen el doble de posibilidades de sufrir problemas psicológicos.

La incidencia de la depresión y la ansiedad es según los psicólogos mucho mayor entre las personas desempleadas (34%) que entre los ciudadanos con empleo (16%).

Son datos analizados en la jornada “Crisis económica y salud mental” celebrada en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). El objetivo de esta jornada era debatir sobre los factores de riesgo derivados de la crisis económica y que afectan directamente a la tasa de suicidios.

En este foro se ha indicado que las personas más vulnerables a las enfermedades mentales en parte derivadas por la crisis, son hombres de entre 15 y 29 años y los mayores de 64 años.

Según el jefe de servicio de psiquiatría de la Fundación Jiménez Díaz y docente de la UAM, Enrique Baca, hay muchos factores de la crisis que afectan a nuestra salud y ha apuntado especialmente al desempleo como uno de los "mayores dramas de riesgo" con "efecto negativo" sobre la salud.

Baca cree que junto con el desempleo, influye mucho en nuestra salud, en la forma en la que sobrellevamos la crisis, el conjunto de políticas sociales y económicas del gobierno.

El jefe de servicio de psiquiatría de la Fundación Jiménez Díaz asegura que el paro afecta al bienestar y a la autoestima y está relacionado directamente con enfermedades como la depresión y la ansiedad.

Además, cuanto más tiempo dura la situación de desempleo, y menores son los sistemas de protección social, más se resiente nuestra salud mental.

A la hora de enfrentarse a la crisis, el doctor Baca asegura que factores como la religión, la familia, y especialmente la educación, nos sirven de salvavidas. Conscientes de estos riesgos del desempleo, cada vez más personas acuden a la atención psicológica primaria.

Fuente:portalparados.es

Vinculan la esquizofrenia a ondas cerebrales anómalas

Neurólogos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, en sus siglas en inglés), en Estados Unidos, han observado la actividad neural que parece producir el pensamiento desordenado en la esquizofrenia. Los ratones que carecen de la proteína calcineurina en el cerebro tienen oscilaciones hiperactivas de las ondas cerebrales en el hipocampo durante el descanso y son incapaces de reproducir mentalmente una ruta que acaban de recorrer en comparación con los roedores normales.

Los pacientes con esquizofrenia, por lo general, sufren de una crisis de pensamiento organizado, a menudo acompañada de delirios o alucinaciones. Anteriormente, se han detectado mutaciones en el gen de la calcineurina en algunos pacientes con esquizofrenia y, hace diez años, investigadores del MIT dirigidos por Susumu Tonegawa, profesor de Biología y Neurociencia, crearon ratones que carecían del gen de calcineurina en el cerebro anterior, de forma que mostraron varios síntomas conductuales de la esquizofrenia, como deterioro de la memoria a corto plazo, déficit de atención y comportamiento social anormal.

En el nuevo estudio, publicado en Neuron, Tonegawa y sus colegas del Centro para Circuitos Neurales Genético RIKEN-MIT en el Instituto Picower del MIT para el Aprendizaje y la Memoria registraron la actividad eléctrica de las neuronas individuales en el hipocampo de estos ratones a medida que corrían a lo largo de una pista.

Estudios previos han demostrado que en ratones normales que estas «células de lugar» en el hipocampo, que están vinculadas a lugares específicos a lo largo de la pista, se encienden en la secuencia cuando los ratones hacen pausas en la realización del curso. Esta repetición mental también se produce cuando los ratones están durmiendo y tiene lugar en asociación con las oscilaciones de las ondas cerebrales de muy alta frecuencia conocidas como eventos de ondulación.

En los ratones que carecen de calcineurina, la actividad cerebral era normal cuando corrían, pero en el momento en el que se detuvieron, sus eventos de onda eran mucho más fuertes y más frecuentes. Por otra parte, la puesta en marcha de las células de lugar aumentó anormalmente y sin ningún orden en particular, lo que indica que los ratones no podían repetir la ruta que acababan de recorrer.

Síntomas 

Este modelo ayuda a explicar algunos de los síntomas que se observan en la esquizofrenia, según los investigadores. «Creemos que en este modelo de ratón es posible que tengamos algún tipo de indicación de que se produce un proceso de pensamiento desorganizado -dice Junghyup Suh, científico de investigación en el Instituto Picower y uno de los autores principales del artículo-. Durante los eventos de onda en ratones normales sabemos que hay un evento de repetición secuencial. Este ratón mutante no parecen tener ese tipo de repetición de una experiencia anterior».

Los investigadores especulan que en ratones normales el papel de la calcineurina es suprimir las conexiones entre las neuronas, conocidas como sinapsis, en el hipocampo. En ratones sin calcineurina, un fenómeno conocido como potenciación a largo plazo (LTP) se hace más prevalente, causando sinapsis más fuertes, mientras el efecto contrario, conocido como depresión a largo plazo (LTD), se suprime .

«Parece que esta anormalmente alta LTP tiene un impacto en la actividad de estas células especialmente durante los periodos de descanso o posteriores de exploración. Eso es una especificidad muy interesante», subraya Tonegawa. Estos expertos creen que la hiperactividad anormal que encontraron en el hipocampo puede representar una alteración de la «red en modo automático» del cerebro, una red de comunicaciones que conecta el hipocampo, la corteza prefrontal (donde se produce la mayor reflexión y planificación) y otras partes de la corteza.

Esta red es más activa cuando una persona (o el ratón) está descansando entre las tareas orientadas a objetivos. Cuando el cerebro se centra en un objetivo o una actividad específica, la red de modo predeterminado es rechazada, pero se hiperactiva en los pacientes esquizofrénicos antes y durante las tareas que requieren del cerebro para enfocar, y los pacientes no logran buenos resultados en estas tareas.

Fuente:abc.es

jueves, 3 de octubre de 2013

Un estudio alerta del aumento de la adicción a los juegos 'online'

El informe detalla que el perfil del enfermo es el de una persona joven y especialista en el uso de las nuevas tecnologías.

Aunque las tragaperras son las máquinas más adictivas para los ludópatas -concentran el 70% de los casos patológicos-, los juegos online están ya a la zaga y se han convertido en un grave problema de salud. Al menos es lo que se desprende del estudio realizado por la Universidad de Valencia, en colaboración la Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados (Fejar) y el Plan Nacional sobre Drogas, que ayer desgranó en Córdoba su autor, el profesor de la Facultad de Psicológica de la Universidad valenciana, Mariano Chóliz.

El citado estudio sobre la prevalencia de la ludopatía en España se ha llevado a cabo a lo largo de 2013 sobre personas que están, ahora mismo, en tratamiento por esta adicción. Chóliz detalló que en España ya hay más de un millón de jugadores online y que el perfil del adicto es el de una persona "más joven y especializada en las nuevas tecnologías". Las apuestas deportivas es el sector en el que más casos de ludopatía se detectan, seguidas del póquer online. El autor del estudio incidió en que estos juegos "son diez veces más adictivos que otros" y alertó de que ya hay menores que juegan. Señaló también que aquellos que al final se convierten en adictos a este tipo de entretenimiento tardan en reconocerlo hasta un plazo de ocho año e incidió en que estas personas, además, necesitan un periodo mayor de rehabilitación. El profesor consideró necesaria la puesta en marcha de un protocolo de intervención para el juego online. El trabajo, según Chóliz, también ha reflejado que las personas adictas al juego tienen "problemas emocionales, sienten culpabilidad y encuentran poco placer en las cosas de la vida". La adicción, continuó, "es un problema que repercute en la economía y en el propio afecto personal". Eso sí, reconoció que este tipo de adictos suelen mejorar este aspecto con más rapidez que otros casos.

La presentación del estudio tuvo lugar en el transcurso del congreso nacional organizado por la Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados, que reúne hasta mañana en Córdoba a más de 400 personas. El presidente de la federación, Máximo Gutiérrez, reconoció que "la ludopatía está cambiando y también los tratamientos". Por ello, consideró necesaria la elaboración de este tipo de estudios para intentar reducir las adicciones al juego lo máximo posible".

La cita también contó con la asistencia del delegado del Gobierno para el Plan Nacional Sobre Drogas, Francisco de Asís Babín, quien destacó igualmente la aparición de "nuevas adicciones no vinculadas al consumo de sustancias". Reconoció que aún no existen datos concretos acerca del número de personas con este tipo de adicciones, ya que las que existen corresponden a hace más de una década y los estudios son "parciales". Babín señaló que una de las claves de los tratamientos de rehabilitación es la de enseñar al ludópata a "controlar el síndrome de abstinencia". Al igual que cualquier otra adicción, la del juego también requiere "una fase de desintoxicación", apuntó. El delegado del Gobierno para el Plan Nacional Sobre Drogas manifestó también que "la deshabituación es a largo plazo" y que los ludópatas tienen que "desarrollar un elevado grado de autocontrol, ya que se trata de procesos complejos". Indicó que para la rehabilitación y recuperación del paciente "no hay un periodo concreto porque se trata de una enfermedad crónica".

Según la información facilitada por la Junta, dentro del área de atención sociosanitaria, Córdoba cuenta con 45 puntos de atención básica relacionada con adiciones, de los que 16 son centros de tratamiento ambulatorio y otros cinco son recursos especializados. Los centros de tratamiento ambulatorio, diez públicos y seis concertados con asociaciones y entidades especializadas, han admitido o readmitido a tratamiento por adicciones a unas 2.500 personas en lo que va de año. Hasta el mes de septiembre se han atendido en la red de centros de tratamiento ambulatorio 55 personas por problemas de juego patológico. Su edad media es de 37,5 años en el caso de los hombres y de 40,5 en el de las mujeres. Destaca el hecho de que un 35,3% de las personas atendidas esté en situación de desempleo frente a un 53% que trabaja o es pensionista.

Entre estos equipos se encuentra el centro de tratamiento ambulatorio de la Asociación Acojer, en el que se ofrece atención especializada a las personas que presentan problemas de adicción al juego patológico o a otras adicciones sin sustancia. Desde 2010 han sido atendidas en este centro 310 personas, de los que 290 son hombres y 20 son mujeres. De éstas, el 93,5% recibió asistencia por adicción al juego patológico.

Fuente:eldiadecordoba.es

Adictos al trabajo

- Sienten un impulso incontrolable por ser productivos y no disfrutan del ocio
- Las nuevas tecnologías y el temor a perder el empleo agravan el problema

"No puedo parar de trabajar. Tendré toda la eternidad para descansar”. Esta frase de la hermana Teresa de Calcuta puede ser muy reconfortante para aquellos que lo dan todo por su empleo y se enfrentan a diario con las quejas de familiares y amigos que encuentran excesiva su dedicación. Otra sería la historia si alguien se la hubiera escuchado decir a Moritz Erhardt, el joven de 21 años que el pasado agosto fue hallado muerto en su apartamento de Londres después de haber trabajado hasta las 6 de la mañana durante tres días seguidos. Su caso es extremo, pero ha vuelto a poner el foco en las graves consecuencias que puede acarrear la falta de límites en la actividad laboral y la adicción al trabajo, o workaholism.

El término workaholic o trabajólico fue acuñado en 1971 por el psicólogo estadounidense Wayne Oates en un libro en el que hacía referencia a su propia adicción al trabajo, en una analogía con la dependencia del alcohol. Aunque la psiquiatría no lo reconoce como un trastorno mental, los expertos coinciden en que el fenómeno existe y que, en la actualidad, el temor a perder el empleo y las nuevas tecnologías son factores que agravan el problema.

A principios de este mes fue publicado un estudio de la Universidad de Kansas (Estados Unidos) que descubrió una correlación entre los workaholics y un menor bienestar físico y mental, asociado a una mala alimentación y a la depresión. La investigación, realizada a partir de una encuesta de más de 12.000 personas, clasificaba como adictas al trabajo a aquellas que trabajan más de 50 horas semanales.

Pero, ¿puede decirse que una persona es adicta con solo medir el tiempo que dedica a su empleo? El catedrático emérito de Psiquiatría en la Universidad Complutense de Madrid, Francisco Alonso Fernández, autor de libros como Psicopatología del trabajo (Edikamed) y Las nuevas adicciones (Tea Ediciones), afirma que la adicción no puede determinarse de una manera cuantitativa. Lo que importa no es la cantidad de horas de trabajo, sino el modo en que se realiza. “La persona que simplemente es muy trabajadora, lo hace con buen ánimo y cuando llega un intervalo, sabe divertirse”. El adicto, precisa Alonso, suele estar de mal humor y su genio empeora aún más en los tiempos de descanso. “Es un ogro en su casa, no tiene empatía con los demás y no sabe disfrutar del ocio”, apunta Alonso.

El psiquiatra afirma que detrás de la adicción puede haber rasgos de la personalidad muy diferentes. Entre ellos destaca, por un lado, a los individuos muy ambiciosos que desean poder, dinero y reconocimiento. Por el otro, a las personas muy inseguras que se refugian en el trabajo para tapar deficiencias en su vida personal. La psicóloga Victoria Trabazo, hasta junio profesora de Psicopatología del Trabajo de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, añade otro perfil: el de las personas que combinan la inseguridad con un gran sentido del deber.

La adicción resultante de la ambición probablemente explique que el fenómeno sea comúnmente asociado a altos ejecutivos o políticos. La psiquiatra Rosa Sender, autora del libro El trabajo como adicción (Neurociencias), subraya que el impulso incontrolable por trabajar suele afectar a individuos enérgicos y activos que sienten la necesidad de transformar el ambiente. Sender, sin embargo, destaca que no en todos los casos ese impulso se convierte en algo tóxico.

Cuando lo hace, los síntomas suelen ser comunes a cualquiera de los casos: estrés, cambios en el carácter, irritabilidad, insomnio. Si se mantiene el mismo ritmo a lo largo de los años, puede acabar por dar paso a la adicción al alcohol o a las drogas, a la depresión o a trastornos digestivos y cardiovasculares. “La adicción se detecta a medida que se va complicando con otras patologías”, afirma Alonso, que destaca como caso extremo el de las muertes fulminantes por exceso de trabajo, un fenómeno que en Japón es conocido como karoshi.

Una dificultad para diagnosticar el problema en una etapa inicial de la adicción es que quien la sufre no es consciente de ello. “Son personas que están encantadas de conocerse”, afirma Sender. “Es una de las enfermedades de la negación”, señala Alonso. La profesora titular de Psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid María Inés López Ibor añade otro factor que complica tanto el diagnóstico como la elaboración de estadísticas sobre el tema. “El límite entre estar muy estresado en el trabajo y ser adicto no es fácil de determinar”.

Aunque no hay datos sobre la magnitud del fenómeno, los expertos coinciden en que en la actualidad hay factores locales y globales que lo agravan. En España, las altas tasas de desempleo aumentan los riesgos para los afortunados que aún conservan sus puestos. Esto puede ocurrir por dos vías, según Trabazo. El temor a perder el empleo y no encontrar otro puede en algunos casos ser real e incrementar el impulso por mantenerse activo, y en otros, servir como excusa ante una familia que le advierte de la necesidad de bajar el ritmo.

Sin límites 

Las nuevas tecnologías y las fronteras más difusas entre la vida laboral y personal también complican el panorama. “Para las personas adictas es un desastre. Es dejar la barra libre para que no tengan ningún límite”, afirma Sender. Trabazo añade que los teléfonos inteligentes han allanado el camino a los impulsos de los workaholics. “Antes el adicto tenía que buscar una excusa para ir a la oficina, ahora puede parecer que está mirando una película cuando en realidad está resolviendo un asunto por e-mail”. Alonso añade otra razón por la que las nuevas tecnologías agravan el problema. “Las buenas relaciones personales, cara a cara, reducen el riesgo de caer en la adicción”.

 Resistir el impulso de ser productivo y cambiar de rutina puede requerir la ayuda de un profesional y en algunos casos un tratamiento farmacológico. Pero para los que no han llegado a un nivel tan extremo o quieren prevenirlo, los expertos tienen algunos consejos. “Es importante mantener buenas relaciones sociales y familiares, tener hobbies y saber disfrutar del momento y de las cosas simples de la vida”, afirma Trabazo.

Aunque no es considerada una patología en sí misma, la adicción al trabajo ha sido objeto de numerosos estudios académicos. A partir de la colaboración de 12.135 trabajadores noruegos de 25 industrias diferentes, investigadores de la Universidad de Bergen (Noruega) desarrollaron el año pasado un nuevo instrumento para medirla. La escala de Bergen evalúa a las personas a partir de siete tipos de conducta, sobre las que se deben marcar las opciones nunca, raramente, a veces, a menudo o siempre.

Las mencionadas conductas son: pensar en modos de ganar más horas de productividad laboral; invertir más tiempo en el trabajo del que se pretendía inicialmente; trabajar para reducir sentimientos de culpa, ansiedad, desconsuelo o depresión; desoír a otras personas que le han dicho que trabaja demasiado; sufrir estrés si surge algo que les impide trabajar; menospreciar los hobbies, las actividades recreativas o deportivas a causa del trabajo, y haber trabajado hasta el punto de afectar negativamente la salud. El estudio llegó a la conclusión de que marcar a menudo o siempre en al menos cuatro de los siete ítems sugiere que la persona es un workaholic.

Serlo en tiempos de crisis tiene un riesgo añadido. Trabazo afirma que para un adicto al trabajo, el despido puede significar la caída en un cuadro depresivo muy grave. En ese peligro hace hincapié Sender. “Son personas que han vivido muy pobremente su vida familiar, que obtenían todo su autoestima de la actividad, y al perderla, sufren una crisis muy seria”.

 Fuente:cincodias.com