jueves, 26 de enero de 2012

La adicción al sexo, que afecta 8% de la población, va en aumento por internet


La adicción al sexo, una conducta sin control sobre el comportamiento sexual que genera dependencia y abstinencia, afecta a entre el 6 y el 8% de la población, un porcentaje que según un estudio de USP Dexeus va en aumento como consecuencia de las nuevas tecnologías.

Según este trabajo realizado por el Servicio de Psiquiatría de USP Dexeus, la adicción al sexo se da más en los hombres (85%) que en las mujeres (15%), que optan menos por el sexo anónimo y la pornografía.

No obstante, en relación al cibersexo (sexo virtual), no hay tanta diferencia de porcentaje por géneros, aunque el hombre afirma satisfacerse más a través de impulsos físicos, y para él, el amor y el sexo son experiencias distintas.

El jefe del Servicio de Psiquiatría y Psicología de USP Dexeus y experto en adicción al sexo, el doctor Josep Maria Farré, asegura que "con las nuevas tecnologías y la era de Internet, la mensajería instantánea y los chats, se han descubierto nuevos casos de personas enganchadas al sexo virtual, pero la tendencia es que se expanda a conductas más mecánicas, breves, sin obligaciones ni responsabilidades"

No hay un perfil de adicto al sexo, pero algunas características que lo identifican son un impulso alto, intenso sentimiento de culpa, autorreproches, negación, minimización y falsa percepción de control y distorsión.

Según apunta el doctor Farré, "las personas con características impulsivas, con control deficiente y búsqueda excesiva de novedades, o con tendencia al fracaso social tienen cierta predisposición".

El estrés y la baja tolerancia a la frustración también pueden llevar a desarrollar esta adicción.

Una vez identificados estos signos de adicción, han de ser aceptados para que se haga el primer paso en el proceso de rehabilitación, señalan los responsables de USP Dexeus.

El tratamiento psicológico se basa en la terapia cognitiva conductual y consiste en el aprendizaje de respuestas de evitación ante situaciones de riesgo (control de los estímulos) y la exposición programada a los señales de peligro con extinción de los deseos de la conducta adictiva.

También se utilizan técnicas de reestructuración y distracción cognitiva, control de señales de estrés y ansiedad, terapia de pareja y terapias individualizada para altos trastornos clínicos o de personalidad.

"Si existen resistencias terapéuticas o de peligro evidente de recaída, protocolizamos la utilización de fármacos potenciadores del efecto de la serotonina en el cerebro y, en casos graves, se puede llegar a considerar adecuada la utilización de fármacos antiandrógenos o similares.

Este último caso no acostumbra a ser necesario y se reserva para conductas peligrosas", puntualiza el experto de USP Dexeus.

Últimamente, se han utilizado fármacos antiepilépticos a dosis medianas para reducir el exceso de impulsividad que podría estar asociado en algunos casos al sexo.

La adicción al sexo -que se ha hecho populares por casos de personajes públicos como el golfista Tiger Woods o el actor David Duchovny, señalan desde USP Dexeus- pertenece al grupo de adicciones comportamentales, no vinculadas a drogas, aunque presenta síndrome de abstinencia.

Así, los adictos tienen comportamientos típicos de las personas enganchadas a drogas, como sería el caso de la irritabilidad, náuseas, insomnio y ansiedad, añaden las mismas fuentes. EFE

Fuente:abc.es

La adicción a las compras en tiempos de crisis


Son malos tiempos para los adictos a las compras. Nos encontramos en plena temporada de rebajas y los aficionados a la adquisición compulsiva sufren más que nunca. Los estadounidenses llaman a esta patología buying spree, la juerga o el frenesí de la compra, y lo relacionan con una sociedad de carácter consumista donde los afectados, mayoritariamente mujeres según los estudios, buscan la felicidad y rellenar rápidamente ciertos vacíos existenciales. El trastorno se conoce asímismo con el nombre griego de oniomanía que significa «locura por el consumo».

Difíciles tiempos son también porque la economía no está boyante. De hecho, la forma de la adicción ha experimentado ciertos cambios con la gran crisis. «Al bajar el poder adquisitivo, intervienen la ratería o la cleptomanía y, por supuesto, el tipo de establecimientos donde consumir. Si antes se visitaban superficies comerciales selectas, ahora se eligen tiendas de peor calidad», explica Francisco Alonso-Fernández, catedrático de Psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid, presidente de la Sociedad Europea de Psiquiatría Social y autor del libro Las nuevas adicciones (Tea Ediciones). Aún así, uno de cada tres europeos sigue comprando más de lo que necesita, según el reciente Informe europeo sobre problemas relacionados con la adicción al consumo, hábitos personales de compra y sobreendeudamiento, coordinado por la Comisión Europea a través del Instituto Europeo Interregional de Consumo.

Más datos: se estima que el trastorno afecta al 1% de la población occidental. El problema va en aumento. Casi el 40% de los españoles compra más de lo que necesitaría, y un 17% ha transformado su forma de comprar en patología. En el año 2001 era solo el 10%, según un equipo de investigadores de la Universidad del País Vasco y de la Pública y la Politécnica de Valencia.

¿El otro gran problema? Los enfermos tardan una media de 10 años en pedir ayuda, aunque son conscientes de sus actos. «Saben que compran sin parar ropa, zapatos, complementos, cosméticos, bisutería e incluso joyas, y que no pueden reprimir el impulso… También reconocen que es imposible lucir todas esas piezas y que el dispendio repercute negativamente en su economía y en sus relaciones familiares. Dejar las tarjetas de crédito en casa y salir con poco dinero es un primer paso importante para salir del trance», asegura la doctora Rosa Sender, profesora titular de Psiquiatría de la Universidad de Barcelona. «La compra adictiva es una dolencia, silenciosa, no suficientemente reconocida a pesar de implicar un alto grado de sufrimiento y de incapacitación para resistirse al consumo», añade Alonso-Fernández. Así es: los enfermos sienten una gran satisfacción cuando adquieren algo. Pero esa grata sensación dura muy poco y luego se ven embargados por sentimientos de culpa que acaban traduciéndose en dificultad para respirar, mareos, sudores y ataques de ansiedad.

El trastorno afecta sobre todo a las mujeres. Ciertas causas explican la diferencia de género, según los expertos consultados. Para empezar, la compra está más arraigada entre las chicas; es una típica tradición femenina. La segunda: ellas son más vulnerables a ciertos trastornos de la personalidad (baja autoestima, soledad, depresión…). Por último, dice Alonso-Fernández, «hay un menor sentimiento del hombre hacia lo abstracto: él prefiere el dinero y la mujer lo que se puede conseguir con él».

En todos los enfermos se observa una baja autoestima y, curiosamente, también va muy ligado a la desfiguración de la imagen corporal. De hecho, las investigaciones relacionan esta adicción con determinados trastornos alimenticios como la bulimia o la anorexia. También con la depresión. «Se presenta generalmente en personas neuróticas, exageradamente tímidas e inseguras. El problema empieza a manifestarse hacia los 16-17 años y no se detecta hasta pasados los 30», apunta la doctora Rosa Sender.

Existen varios exponentes literarios que han retratado esta realidad desde hace décadas. Quizá el más conocido sea el de Madame Bovary (1856). Gustave Flaubert convirtió a Emma en un fascinante personaje atormentado no solo por la búsqueda del verdadero amor, sino también por el lujo: la protagonista no cesaba de adquirir vestuario y de pedir préstamos. Al final se endeudaba tanto que llevaba a su familia a la bancarrota. Años después, en 1883, el también escritor francés Émile Zola describe en El paraíso de las damas cómo las mujeres se extasiaban al contemplar las galerías de una gran tienda de París, inspirada en la primera gran superficie de ventas creada en Francia en 1810. Pero los tiempos han cambiado, así lo ve al menos el psicoanalista Erich Fromm: «Antaño una adicta a las compras buscaba el amor; quería seducir. Hoy se intenta paliar un malestar».

La compra compulsiva se empezó a estudiar como síndrome psiquiátrico en la década de los 80 en Estados Unidos. Expertos como Faber y O’Guinn sostenían en 1992 que este problema afectaba al 5,9% de los norteamericanos. En España se empezó a tratar mucho más tarde. El psiquiatra Jesús de la Gándara leyó en la revista The American Journal un artículo de los psiquiatras Frankenburg y Yurgelun-Todd. En el reportaje se hacía referencia a un caso clínico que coincidía con los síntomas que presentaba una paciente suya. Ocurrió hace casi 30 años. «Hasta ese momento no se había hablado en psiquiatría del tema, ni siquiera estaba tipificado ni se había publicado nada al respecto en toda la literatura médica de nuestra especialidad», afirma De la Gándara, jefe del servicio de Psiquiatría del hospital General Yagüe de Burgos. Quedaba (y queda) mucho por hacer.

El médico trató a dos mujeres burgalesas, de 33 y 21 años, respectivamente, que presentaban este trastorno. Entonces publicó un artículo sobre estos dos casos clínicos en The British Journal of Psychiatry. Recibió decenas de mensajes de otros colegas de países como Canadá, Irlanda e India, porque sus pacientes se identificaban con el mismo problema.

Como buena parte de las adicciones, la química tiene mucho que ver: en las compras están implicados dos neurotransmisores, la serotonina y la dopamina, también conocida como la molécula de la recompensa. Los enfermos tienen menos dopamina de lo normal. En el tratamiento, además de una psicoterapia integral, se debería incluir un aporte farmacológico de serotonina y dopamina. Ciertos médicos estadounidenses han introducido antidepresivos como la sertralina y el Prozac. Pero todavía faltan datos definitivos. Mientras tanto, la sociedad reacciona por su lado: ya existe el Día Mundial sin compras. Es el 28 de noviembre de cada año y coincide con el inicio de la campaña de Navidad en EE UU.

Fuente:elpais.com

jueves, 5 de enero de 2012

La fobia a volar difícilmente puede producir problemas cardiacos.


Pese a que la fobia a volar "es una de las que más reactividad cardiaca tiene, es muy difícil que a una persona le pudiese pasar algo a nivel cardiaco", según la psicóloga del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, Vanesa Fernández.

La especialista considera que estas personas adquieren las fobias por dos tipos diferentes de aprendizaje. "En el aprendizaje vivencial, las personas desarrollan la fobia a volar por haber estado en un avión y haberlo pasado mal o por creer que iba a pasar algo; mientras que en el observacional, el miedo se produce por información que se obtiene de que los aviones son peligrosos", explica.

Sin embargo, el hecho de que la fobia a volar no desaparezca se produce porque "estas personas evitan volar siempre que pueden para no sufrir la ansiedad, impidiendo así habituarse a sus propios niveles de ansiedad", asegura Fernández.

Los pacientes con fobias no responden a un perfil determinado, sólo tienen en común un rasgo de ansiedad elevado. "Aquellas personas que suelen interpretar diversas situaciones como amenazantes tienen más predisposición a desarrollar una fobia", señala la psicóloga.

Además, esta ansiedad se produce "desde días antes de coger el avión", subraya Fernández. Para intentar evitarla o paliar sus efectos, la colegiada recomienda "hablar a los pacientes del funcionamiento del avión, de lo seguro que es y de la irracionalidad que supone tenerle miedo".

Fernández no cesa en su empeño y aconseja a los pacientes "distraerse" antes y durante el vuelo. Tras despegar "lo más adecuado es hacer tareas de relajación, como la respiración abdominal; o leer libros y escuchar música", explica. Además, siempre que aparezcan pensamientos catastróficos recomienda intentar "buscar otros alternativos".

Lo que de ninguna manera ve positivo es el consumo de psicofármacos -salvo que lo haya recetado un profesional- porque "pueden producir un efecto rebote". En cuanto al alcohol tiene la misma opinión, ya que "disminuye las estrategias cognitivas, dificulta pensar y luchar contra los malos pensamientos".

Fuente:psiquiatria.com

La esquizofrenia está relacionada con los cambios cerebrales que se producen en la adolescencia.


Investigadores del Hospital General Universitario Gregorio Marañón han elaborado un estudio del que se desprende que la esquizofrenia está relacionada con los cambios cerebrales que se producen en la adolescencia, lo que facilitaría su diagnóstico. Este documento ha sido publicado en la revista 'Archives of General Psychiatry'.

Este estudio explica que los menores de edad afectados por esta patología sufren una mayor disminución en el volumen de materia gris y un aumento del líquido cefalorraquídeo en el lóbulo frontal izquierdo. En la otra cara se encuentran los adolescentes que no tienen diagnosticada ni esquizofrenia ni psicosis, ya que estos no sufren estas alteraciones.

En la actualidad, la pérdida progresiva de la materia gris del cerebro "ha sido demostrada en la esquizofrenia de inicio infantil", aseguran los autores. Sin embargo, los especialistas afirman que "no está claro si estos cambios son compartidos por los pacientes pediátricos con psicosis diferentes".

Uno de los responsables del informe es el doctor Celso Arango, que durante el proceso de análisis examinó la progresión de los cambios cerebrales en el primer episodio de psicosis de los pacientes. Además, comparó su relación con el diagnóstico y el pronóstico de evolución en los dos años de seguimiento de los mismos.

También fueron realizadas resonancias magnéticas a los 61 pacientes, de los cuales 25 eran esquizofrénicos, 16 padecían trastorno bipolar y 20 tenían psicosis. Para conseguir una comparación, se efectuaron las mismas pruebas a 70 personas sanas.

Fuente:psiquiatria.com

Oniomanía: la adicción a las compras puede alterar también la salud física


Se trata de una de las “adicciones sociales”, trastornos en los que no existe dependencia de una sustancia, sino de una actividad socialmente aceptada, según afirma el Informe europeo sobre problemas relacionados con la adicción al consumo.

Cuando el consumo se transforma en una adicción, puede provocar dificultad para respirar, mareos, sudoración y ataques de ansiedad si la persona, por alguna razón, no consigue comprar.

El Informe europeo sobre problemas relacionados con la adicción al consumo revela que uno de cada tres europeos compra más de lo que necesita y en algunos casos, el consumo se transforma en una adicción

Este documento, coordinado por la Comisión Europea a través del Instituto Europeo Interregional de Consumo, asegura también que cinco de cada 100 casos son catalogados como una enfermedad psicológica que requiere terapia.

El documento, publicado por el diario español El País, fue construido sobre una muestra de 1.354 cuestionarios, pone de manifiesto un leve desequilibrio entre géneros. Los expertos registraron un 32% de hombres adictos a las compras frente a un 34% de mujeres.

Un grupo de investigadores de la Universidad del País Vasco, la Pública y la Politécnica de Valencia desarrolló un modelo matemático para calcular el índice de adictos a las compras.

Según sus estimaciones, actualmente casi el 40% de la población española es sobrecompradora, y un 17% ha convertido su manera de consumir en patología. “Hicimos un estudio en 2001 y otro en 2010. El número de adictos a las compras ha pasado de un 10% a un 16% en ese periodo, y de aquí a cuatro años el porcentaje podría aumentar hasta situarse en un 18%”, señala Paloma Merello, una de las investigadoras.

La economista entiende que este repunte en mitad de la crisis podría deberse al contagio social, es decir, a la influencia que tienen las personas de su entorno sobre nuestro comportamiento.

Ecologistas en Acción considera que es imprescindible erradicar estos vicios sociales para alcanzar un modelo de consumo más equitativo y menos despilfarrador. Esa es la filosofía que sostiene el Día sin Compras que se celebró el pasado 28 de noviembre, coincidiendo con el Black Friday, día en que se inaugura la temporada de compras navideña en Estados Unidos.

“No se trata de erradicar el consumo totalmente, sino de comprar con cabeza”, defiende el vocal de Consumo responsable de esta organización, Isidro Jiménez. “Estamos instalados en una cultura de usar y tirar donde la generación de basuras ha pasado en los últimos 30 años de menos de medio kilo de desechos por persona y día a casi un kilo y medio en la actualidad, de los cuales la mitad son envoltorios y embalajes. No podemos seguir a ese ritmo. Nuestro estilo de vida es enfermizo”, sentencia.

Cuando la afición por comprar se convierte en obsesión recibe el nombre de oniomanía, una palabra que proviene del griego y que significa “locura por comprar”. Es una de las llamadas adicciones sociales, trastornos en los que no existe dependencia de una sustancia, sino de una actividad socialmente aceptada.

Algunos psiquiatras estadounidenses como Donald Blank (Universidad de Iowa) y Susan McElroy (Universidad de Cincinnati) han empezado a probar antidepresivos —la sertralina y la fluoxetina (el famoso Prozac)— para tratar a los compradores compulsivos. La psicóloga María del Mar Martín no se muestra partidaria de esta solución: “Si nos limitamos a medicar a los pacientes, puede que sustituyamos una adicción por otra”. En lugar de esto, la psicoanalista propone un tratamiento farmacológico combinado con una terapia de conducta “para que los compradores retomen el control de sus actos”.

Lo mejor es empezar desde la base para prevenir una adicción. Así lo piensa la economista Paloma Merello: “La solución es educar en un consumo responsable y a un entendimiento inteligente de la publicidad y el marketing”. En su opinión, no hace falta dejar de ser un urbanita para llevar una vida sostenible.

Las grandes ciudades también ofrecen posibilidades de respetar el medio ambiente y no consumir más de la cuenta. Toni Lodeiro ha escrito Consumir menos, vivir mejor, un libro lleno de consejos para ahorrar energía y reducir las compras. Lodeiro no rechaza el consumo “de forma tajante”: “El consumo no es malo, es un medio, pero si lo convertimos en fin, habremos pervertido su función”, concluye.

Fuente:elpais.com