jueves, 22 de diciembre de 2011

La depresión navideña es una realidad clínica, señala un experto; se obliga a individuos a participar en dinámicas sociales que no apetecen


La depresión en época navideña es una realidad clínica y algunos de sus síntomas más palpables son el incremento en el consumo de alcohol, drogas y la creciente tasa de suicidios que se extiende hasta el mes de marzo de cada año, explicó el doctor en psicología, Arturo Ortiz, investigador del Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente”.

En entrevista con Crónica, dice que una de las razones por las que las personas pueden experimentar depresión o un malestar en el estado de ánimo durante la Navidad es porque estas fechas no siempre coinciden con los ciclos psicológicos de los individuos y muchas veces los fuerzan a participar en dinámicas sociales en las que no desean estar. Eso se agrava porque cerca del 80% de las familias viven emocionalmente rotas, dice el doctor en psicología.

“En el estereotipo social de lo que es una Navidad está el que la familia se junte. Pero lo que socialmente no se toma en cuenta es que por lo menos el 80 % de las familias viven emocionalmente rotas, emocionalmente conflictuadas, emocionalmente disfuncionales. Entonces, cuando por decreto, por presión social o por lo que gustes, les pretendes obligar a que se junten y además estén contentos y se den regalitos, pues ya la cosa no funcionó”, explica.

Los estudios, han observado que la Navidad puede ser un factor de riesgo para detonar la depresión, pero también revela un problema más profundo, que es la incapacidad para que nos vaya bien socialmente.

El doctor Arturo Ortiz indica que el forzar a las personas a sentirse felices en Navidad puede tener un efecto negativo cuando los pacientes contrastan estos discursos con las malas noticias en economía, política o seguridad.

“Lo que tenemos es una época en la que la depresión se incremente, por lo cual se explica mucho del alcohol y del uso de drogas en estos días y también se explica en los meses de enero, febrero y marzo, el número de suicidios tan importante”, añade.

EVITAR CONFLICTOS. Según el doctor en psicología, Arturo Ortiz, los problemas familiares que se han acumulado a lo largo de muchos años no se pueden arreglar en las pocas horas que dura una cena navideña, es por eso que vale la pena dialogar días antes del encuentro y establecer un marco mínimo de convivencia para evitar que los festejos terminen con más conflictos de los que ya existían.

Todas las familias tienen una figura de autoridad moral que las reúne; puede ser la persona de mayor edad o algún otro miembro respetado por todas las partes. Esa persona puede desempeñar una función muy importante para suavizar los conflictos en días previos a las reuniones navideñas.

“Si somos una familia que nos llevamos del chongo y sabemos que va a venir la Navidad y que, como parte de un rito, la pasamos juntos, es recomendable que un mes o unos días antes alguien haga un alto y dialoguen. Esto puede ser promovido por la figura de mayor autoridad y que, antes del festejo, se sienten a hablar algunas de sus diferencias, aunque sean pocas, en busca de alguna solución”, dice el doctor Ortiz.

“Dialogar días antes permite llegar a una reunión mayor con un clima emocional más tranquilo, más apaciguado, de manera que podamos convivir de una manera más tranquila, sin sentir que estamos siendo forzados a una convivencia desagradable, lo cual nos daña mucho”.

Adelantarse a la interacción navideña, aligerar los malentendidos mediante el diálogo y establecer un marco básico de convivencia es el equivalente a la salud preventiva pero a nivel mental.

Fuente:cronica.com

Cerca del 8% de los universitarios españoles sufre 'nomofobia', miedo irracional a no llevar encima el teléfono móvil.


El ocho por ciento de los estudiantes universitarios españoles sufre 'nomofobia' (abreviatura de la expresión inglesa 'no-mobile-phone phobia'), un miedo irracional a no llevar el móvil encima, derivado de un uso patológico de la telefonía móvil.

Así lo ha señalado la experta en adicciones y directora del departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada (UGR), Francisca López Torrecillas, quien destaca a su vez que, a pesar de que algunos autores señalan a la nomofobia como una de las últimas enfermedades provocadas por las nuevas tecnologías, ésta es sólo un síntoma más de la adicción al móvil. Además, indica que los jóvenes adictos a los móviles se aburren más a la hora de realizar actividades de ocio, son más extrovertidos y buscan más sensaciones nuevas que los no adictos, si bien presentan una autoestima más baja que éstos.

Como explica López Torrecillas, la adicción al móvil se traduce en una mayor frecuencia en el uso del teléfono móvil en el envío y recepción de e-mail, SMS, y MMS (además de otros programas como Whatsapp); la consulta permanente de noticias y el "mantenimiento" o consulta de su teléfono móvil a la hora de dormir.

La investigadora destaca que los adictos al móvil suelen presentar algunas características de personalidad comunes, como una baja autoestima, problemas con la aceptación del propio cuerpo y déficit en habilidades sociales y en resolución de conflictos. La nomofobia se manifiesta en síntomas como ansiedad, malestar general, enfado o inquietud, negación, ocultación y/o minimización del problema, sentimiento de culpa y disminución de la autoestima.

La experta afirma que, en la actualidad, muchos estudiantes universitarios dependen de sus teléfonos móviles "para obtener información o encontrar el apoyo de sus familias, que en ocasiones están lejos de ellos". En este sentido puntualiza que los padres usan el teléfono móvil para supervisar las actividades de los niños a distancia y los adolescentes que viven en el hogar usan el teléfono móvil para obtener su libertad y tener un menor control de los padres. También son muchos los adolescentes (frecuentemente, los más jóvenes) que utilizan el teléfono móvil para evitar la supervisión de los padres.

De este modo, según señala Francisca López Torrecillas, "el teléfono móvil se convierte en una especie de cordón umbilical entre los estudiantes universitarios y sus familias, especialmente entre los estudiantes y sus madres".

La profesora de la UGR destaca que los jóvenes que presentan nomofobia "necesitan estar físicamente junto a su teléfono móvil, y declaran, incluso, que no pueden salir de casa sin el teléfono móvil y que, si lo pierden o se les rompe, se sienten frustrados, enojados y aislados".

La investigadora señala además que, a la hora de diagnosticar este trastorno, se debe tener en cuenta la historia clínica de los universitarios, ya que el haber sufrido trastornos afectivos, ansiedad y abuso de sustancias influye en la presencia de la nomofobia. Así pues, "es necesario centrar los esfuerzos en este colectivo, puesto que estos adolescentes y jóvenes contemporáneos son las primeras generaciones nacidas entre estas herramientas", apostilla.

Fuente:psiquiatria.com

Comprar por comprar


El consumo es la base sobre la que se sustenta nuestro sistema económico. Un sistema que, paradójicamente, ha visto tambalear sus cimientos en los últimos años por el consumo excesivo de personas que no pudieron hacer frente a sus deudas.

El Informe europeo sobre problemas relacionados con la adicción al consumo, hábitos personales de compra y sobreendeudamiento, coordinado por la Comisión Europea a través del Instituto Europeo Interregional de Consumo, revela que uno de cada tres europeos compra más de lo que necesita y que en cinco de cada 100 casos esta afición desmesurada está catalogada como una enfermedad psicológica que requiere terapia. El documento, construido sobre una muestra de 1.354 cuestionarios, pone de manifiesto un leve desequilibrio entre géneros. Los expertos registraron un 32% de hombres adictos a las compras frente a un 34% de mujeres.

“La cogía y la ponía a pelar patatas, para que sepa lo que es ganarse la vida”, dice con desprecio una señora que pasa junto a una joven enfundada en un vestido negro en la calle de Ortega y Gasset de Madrid. La chica recorre la Milla de Oro con ansiedad hasta que se para frente a un escaparate donde contempla con deseo un par de zapatos. Llora detrás de unas gafas enormes y se arrodilla en la acera. Saca de su bolso Louis Vuitton una barra de carmín rojo para escribir en un cartón la frase: “Pido para un Chanel”. Acto seguido, la veinteañera se limpia el rímel de la cara y alarga la mano ante la mirada estupefacta de los viandantes.

Esta escena, representada en 2009 en pleno barrio de Salamanca, era en realidad una ficción. La artista Yolanda Domínguez se propuso hacer meditar a sus espectadores involuntarios sobre la adicción a las compras con un living, una técnica teatral en la que se escenifica la realidad sin que el público sepa que está contemplando una representación.

Su estrategia funcionó. Algunos, divertidos, le lanzaron un par de monedas, otros le dedicaron improperios, e incluso un abogado se acercó a la actriz y le entregó su tarjeta de visita junto a un augurio: “La necesitarás para tramitar tu divorcio”. “La interpretación puede parecer exagerada, pero no es ninguna comedia. Representa una enfermedad real”, advierte Domínguez.

Un grupo de investigadores de la Universidad del País Vasco, la Pública y la Politécnica de Valencia ha desarrollado un modelo matemático para calcular el índice de adictos a las compras. Según sus estimaciones, actualmente casi el 40% de la población española es sobrecompradora, y un 17% ha convertido su manera de consumir en patología. “Hicimos un estudio en 2001 y otro en 2010. El número de adictos a las compras ha pasado de un 10% a un 16% en ese periodo, y de aquí a cuatro años el porcentaje podría aumentar hasta situarse en un 18%”, señala Paloma Merello, una de las investigadoras. La economista entiende que este repunte en mitad de la crisis podría deberse al contagio social, es decir, a la influencia que tienen las personas de su entorno sobre nuestro comportamiento.

Ecologistas en Acción considera que es imprescindible erradicar estos vicios sociales para alcanzar un modelo de consumo más equitativo y menos despilfarrador. Esa es la filosofía que sostiene el Día sin Compras que se celebró el pasado 28 de noviembre, coincidiendo con el Black Friday, día en que se inaugura la temporada de compras navideña en Estados Unidos. “No se trata de erradicar el consumo totalmente, sino de comprar con cabeza”, defiende el vocal de Consumo responsable de esta organización, Isidro Jiménez. “Estamos instalados en una cultura de usar y tirar donde la generación de basuras ha pasado en los últimos 30 años de menos de medio kilo de desechos por persona y día a casi un kilo y medio en la actualidad, de los cuales la mitad son envoltorios y embalajes. No podemos seguir a ese ritmo. Nuestro estilo de vida es enfermizo”, sentencia.

Cuando la afición por comprar se convierte en obsesión recibe el nombre de oniomanía, una palabra que proviene del griego y que significa “locura por comprar”. Es una de las llamadas adicciones sociales, trastornos en los que no existe dependencia de una sustancia, sino de una actividad socialmente aceptada.

A María Dolores le costó asumirlo más de dos años. Esta malagueña de 40 años mantuvo su obsesión por las compras escondida durante años. Su marido y sus dos hijos veían con resignación cómo cada mes gastaba íntegramente su sueldo de 2.000 euros en ropa, pero llegó un momento en el que no fueron suficientes. María Dolores acudió a créditos y préstamos hasta que su situación económica se hizo insostenible. Muchos adictos no reconocen su enfermedad hasta que se ven ahogados por las deudas. “Un adicto tarda una media de 10 años desde que empieza a tener problemas hasta que pide ayuda, y el detonante siempre es el mismo: la ruina económica”, explica Javier Garcés, experto en psicología del consumo.

Cuando María Dolores habló con una amiga para que la ayudara a hacer frente a las deudas, esta aceptó poniendo una sola condición: que acudiera a un grupo de terapia. María Dolores no encontró ninguna asociación especializada en la adicción a las compras, así que, desesperada, acudió durante un año a una asociación de ayuda a la drogadicción. “Me intentaron ayudar, pero me sentía sola, me sentía diferente”. Las cosas no habían mejorado mucho cuando conoció la Asociación Malagueña de Adictos al Juego en Rehabilitación (Amalajer).

Amalajer es una de las pocas asociaciones españolas que cuentan con grupos de terapia para atender a los oniomaniacos. Las familias de los adictos a las compras tienen su propio tratamiento. En el caso de María Dolores, su marido acude a una terapia independiente de la suya en la que le enseñan a sobrellevar la rehabilitación.

La psicóloga María del Mar Martín cree que el problema está en lo mucho que nos importa aparentar ser lo que los demás esperan de nosotros: “Vivimos en un mundo en el que no todo es maravilloso, donde siempre hay un cierto grado de angustia y muchas veces la salida es intentar tapar ese agujero con algún tipo de consumo”. Esta patología se diagnosticó por primera vez en Estados Unidos hace más de 30 años y está recogida en el Manual de diagnóstico de enfermedades mentales de ese país.

La oniomanía puede llegar a afectar físicamente al enfermo, provocándole dificultad para respirar, mareos, sudoración y ataques de ansiedad si no consigue comprar. “El mono es como el de un drogadicto. Exactamente igual”, asegura María Dolores con voz trémula. Esta adicta a las compras confía en que algún día lo superará, pero confiesa que no conoce a nadie que se haya rehabilitado.

Ricardo cree haberlo conseguido. A pesar de haber estado dos años en terapia, aún tiene que hacer una lista con lo que necesita antes de ir a la compra y entregarle los tiques a su novia al llegar a casa. Estas limitaciones le permiten mantenerse a raya, pero sigue sin atreverse con las tarjetas de crédito.

Ricardo comenzó a comprar compulsivamente a los 15 años: ropa deportiva, perfumes y videojuegos. Algunos días salía con 1.500 euros en el bolsillo. Se gastaba el sueldo de su novia y pedía dinero prestado a sus vecinos y amigos. Pasó el tiempo y lo que parecían caprichos comenzaron a convertirse en síntomas de una patología. A esto hubo que sumarle dos adicciones más: el juego y la cocaína. Nadie en su entorno sospechaba nada, pero un día sacó 2.000 euros de la cartilla familiar. Ese fue el detonante que hizo que sus familiares le obligaran a ingresar en Amalajer, donde consiguió superar su adicción.

Sin embargo, la rehabilitación nunca es completa. La luz de los escaparates brilla para siempre, y Ricardo no podrá pasear por un centro comercial como si nada. “Esto no se cura. Voy a ser comprador y jugador para siempre”, explica resignado.

Ni Ricardo ni María Dolores han tomado fármacos durante la terapia. Sin embargo, algunos psiquiatras estadounidenses como Donald Blank (Universidad de Iowa) y Susan McElroy (Universidad de Cincinnati) han empezado a probar antidepresivos —la sertralina y la fluoxetina (el famoso Prozac)— para tratar a los compradores compulsivos. La psicóloga María del Mar Martín no se muestra partidaria de esta solución: “Si nos limitamos a medicar a los pacientes, puede que sustituyamos una adicción por otra”. En lugar de esto, la psicoanalista propone un tratamiento farmacológico combinado con una terapia de conducta “para que los compradores retomen el control de sus actos”.

Lo mejor es empezar desde la base para prevenir una adicción. Así lo piensa la economista Paloma Merello: “La solución es educar en un consumo responsable y a un entendimiento inteligente de la publicidad y el marketing”. En su opinión, no hace falta dejar de ser un urbanita para llevar una vida sostenible.

Las grandes ciudades también ofrecen posibilidades de respetar el medio ambiente y no consumir más de la cuenta. Toni Lodeiro ha escrito Consumir menos, vivir mejor, un libro lleno de consejos para ahorrar energía y reducir las compras. Lodeiro no rechaza el consumo “de forma tajante”: “El consumo no es malo, es un medio, pero si lo convertimos en fin, habremos pervertido su función”, concluye.

En la calle del Arenal de Madrid, una de las zonas más comerciales de la capital, hay un establecimiento en el que el consumo se vive de forma responsable. En Adelita, el valor de los objetos se mide en puntos. Es el primer local de trueque urbano de España, y en él se puede encontrar desde una bicicleta de circo a un CD. Tras pagar la cuota inicial, que oscila entre los 8 y los 20 euros, el dinero no sirve para nada entre estas cuatro paredes. Entre sus clientes hay algunos adictos a las compras que acuden regularmente a este local como terapia para salir de su consumo desmedido.

Laura Cañete, una de las fundadoras de Adelita, explica que es “una iniciativa sin ánimo de lucro”, solo ganan el dinero justo para mantenerse, pero Cañete considera la experiencia “todo un éxito”. La idea es trasladar el proyecto a otras ciudades como Barcelona, Bilbao o Ibiza. Adelita tiene 13 socios fundadores y más de mil asociados entre permanentes y temporales.

La iniciativa no se reduce solo a la recuperación del trueque, va más allá. “Damos cursos de concienciación para enseñar a la gente a llevar un consumo responsable”, explica Cañete, “ideas prácticas para mantener la economía familiar”.

En Adelita, la ropa es lo que más se intercambia, y no es de extrañar. Cada español se gasta al año una media de 620 euros en prendas de vestir, un 5,5% de su presupuesto anual. Con el fin de reducir el consumo masivo de prendas, que temporada tras temporada se ven sustituidas por nuevos modelos, nació Ekorropa. Esta cooperativa del País Vasco propone el reciclaje de ropa como una necesidad para frenar esta tendencia impulsada por las grandes cadenas. La gente deposita las prendas que ya no necesita en los más de 300 contenedores que tienen repartidos por cuatro ciudades de la comunidad. Más de tres millones de kilos anuales que pasan a convertirse en nuevos textiles o se exportan a través de ONG a Europa del Este. Las que están en mejor estado las venden en las 10 tiendas que tienen en la región. En uno de estos locales, un jersey sale por ocho euros, mientras que en una multinacional como H&M puede costar más del triple. Una forma de enfrentarse a una industria que gasta 11.000 litros de agua para hacer unos pantalones vaqueros, la suficiente para llenar 39 bañeras.

Fuente:elpais.com

Alertan en Bélgica para consumo de psicotrópicos en sectas religiosas


El centro belga de información sobre las organizaciones sectarias alertó sobre el creciente uso de sustancias psicotrópicas por las sectas religiosas activas en este país europeo.

La organización, creada por el gobierno belga en 1998, detectó que líderes de grupos dedicados al desarrollo personal recomiendan a sus miembros el consumo de ese tipo de sustancias con el objetivo de proporcionarles "viajes visionarios".

De acuerdo al informe de los años 2009 y 2010, las más utilizadas son la ayahuasca y la iboga, dos plantas originarias de América Latina y de África, respectivamente, donde son consumidas por los indígenas durante ceremonias religiosas tradicionales.

"A día de hoy, sigue habiendo poca información clínica como para formar una base científica sólida para apoyar la idea de que esas sustancias no representan ningún peligro para los humanos", advierte el informe.

"La propia naturaleza de determinadas visiones (ocasionadas por el consumo de las dos sustancia) puede inducir a temores extremos a los cuales algunos consumidores no se esperan y no están listos para integrar a sus vidas", agrega el documento.

En Bélgica, esas sustancias estarían siendo empleadas en "prácticas neo-chamánicas que asocian tradiciones ancianas y psicología moderna", afirma el centro.

La legislación federal belga prohibe la importación, exportación, fabricación, posesión o venta de ambas sustancias, excepto mediante una autorización previa del ministerio de Sanidad.

Fuente:sdpnoticias.com

Especialistas y afectados advierten contra las redes de venta multinivel


La promesa de libertad financiera es el principal gancho de muchas empresas de venta multinivel, basadas en construir redes de vendedores independientes. Estas personas, aparte de vender un producto, deben reclutar a otras por debajo de ellas, un sistema similar al de las empresas piramidales, que están prohibidas. Las multinivel, sin embargo, son legales.

Mel Solé, profesora de la Facultat d'Economia i Empresa de la Universitat de Barcelona, reconoce que el matiz entre estas y las piramidales «es muy leve». «Su sistema es muy similar: compras el producto, te conviertes en distribuidor, y si encuentras a gente que esté por debajo y participe, los de arriba ganan», explica. La pequeña diferencia entre la red piramidal (ilegal) y la multinivel (legal) está en el origen de los ingresos del vendedor. En la primera, cobra por la entrada de nuevos individuos en la pirámide. En la segunda, además, cobra una comisión por la venta que él hace.

A Jorge, el paso de su expareja por la empresa multinivel 4Life, dedicada a los suplementos alimentarios, le cambió la vida. Ella, enfermera, fue invitada a una reunión hace un año: «Dijo que era una oportunidad de negocio muy buena que le ayudaría a crecer como persona». Firmó el contrato de vendedora el primer día, pero Jorge tardó cinco en enterarse: «Entonces ya empezó a mentir, algo que nunca había hecho». Para ingresar, hubo de comprar un lote de productos y material para la venta, por 470 euros, además de una cuota mensual de 120 euros para productos de consumo propio. «Los productos son una tapadera, da igual si se venden o no; lo que quieren es gente para engrosar la pirámide», sostiene Jorge.

EL PERIÓDICO se infiltró el sábado en una reunión de la firma 4Life convocada en un céntrico y lujoso hotel de Barcelona. La mayoría de los asistentes eran inmigrantes. "Esta oportunidad cambiará su vida", alertó la presentadora del acto. Un gran cartel con la leyenda "Empresarios del siglo XXI" daba la bienvenida. Una mujer con acento suramericano explica que ella ha invertido 170 euros (no podía dar más) y pertenece a una denominada red de mercadeo. "Tu tienes suerte porque eres de aquí y puedes invitar a mucha gente. Yo estoy sola y es más difícil", detalla. El objetivo es: invitar a esa especie de asambleas entusiastas, amenizadas con fervorosos aplausos, para que los amigos y conocidos entren en esa trama piramidal y se conviertan en seudofaraones. Cuanto más súbditos se tengan, más dinero para uno. Y más ventas para la empresa.

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