Las apuestas deportivas online se sitúan ya en el segundo puesto de la lista de juegos que causan adicción - En Murcia, la Asociación Nueva Esperanza ha visto crecer en un 10% este reciente perfil de adicto desde que en 2011 se legalizaron las casas de apuestas.
Hoy quizá diría Marx que el deporte se ha convertido en el opio del pueblo. No el deporte en su práctica, ni la reunión de amigos en el bar, sino el sinvivir de estar minuto sí y otro también apostando por el equipo ganador, o por la autoría de un gol, si va a ser de cabeza o de qué. «Y lo que pasa es que cuando sientes la necesidad de apostar, la cosa ya es imparable y el que pierde la cabeza eres tú», expresa Juan Sánchez, exludópata y ahora presidente de la asociación murciana Nueva Esperanza, que asegura que los juegos y las apuestas deportivas online «son el castigo que hoy tenemos» y que causan estragos en las vidas de gentes que pierden el norte.
«Se nota que uno es adicto cuando empiezan los problemas económicos y robas a tu mujer, metes la mano en las huchas de tus hijos, y te conviertes en un artista de la mentira», expresa.
A él también le pasó. «Yo fui durante muchos años adicto al juego de máquinas. Perdí mi trabajo, a la familia, amigos... Cuando mi mujer me dijo que, o dejaba de jugar o a la calle, decidí acudir a la asociación Nueva Esperanza, donde aprendí, no sólo a dejar de jugar, sino a recuperar lo perdido». Según Sánchez, el jugador se hace jugador cuando gana. «Uno se pica y apuesta más dinero; pero yo aún no conozco a ninguno que haya ganado». El problema empieza cuando el que apuesta se queda sin dinero y empieza a gastar el de otro. «Y para conseguirlo, se echan muchos embustes. Los ludópatas son embusteros patológicos». A Juan Sánchez le basta con oír a un nuevo paciente para comprenderlo a la perfección. «Hablamos el mismo idioma», expresa.
El psicólogo de la asociación Nueva Esperanza, Miguel Ángel Costa, afirma que ha habido un aumento del 10% en su consulta desde que en 2011 se legalizaran las casas de apuestas deportivas. A finales de ese año, en España había unos 1.100.000 adictos. Ahora, la cifra se encuentra en un millón y medio, según estadísticas de la Federación Española de Jugadores de Azar y Rehabilitados (FEJAR).
El aumento ha sido común en todas las asociaciones españolas de ludopatía. «El tema de las apuestas deportivas ha crecido porque, a diferencia del jugador clásico de casino, al que todo el mundo ve y cuya presencia está disminuyendo, el jugador en red es más difícil de controlar. Además, el póquer y las apuestas deportivas se han convertido ya en el segundo juego que causa más adicción después de las clásicas tragaperras, que siguen manteniéndose primeras en la lista», explica.
Esto es así porque a la necesidad imperiosa de estar todo el día apostando en equis partido, se suma la adicción reciente de estar continuamente pegados al móvil.
Costa asegura que el perfil del nuevo ludópata online que juega y hace apuestas deportivas es el de un joven de entre 20 y 35 años, «aunque algunos empiezan con 15». El adicto juega solo y se engancha antes. «El período de latencia es más corto por la propia adicción al móvil», expresa. Por su parte, Juan Sánchez dice que los jóvenes se creen «artistas» y muy entendidos en temas de deporte. «Hay chicos de 13 y 14 años haciendo apuestas deportivas en Internet, y como ahí nadie les ve la cara, porque son personas anónimas en un ordenador, pues no se sabe si la tarjeta es de él o de otro. Luego, cuando quieren dejar de jugar, desean que la enfermedad se erradicara de la noche a la mañana con una varita mágica».
La familia, en estos casos, es siempre fundamental y necesaria. «No hay que criticar al enfermo, sino que se le debe tratar con paciencia y diciéndole las cosas claras. Los clientes suelen acudir a las terapias con sus parejas, que actúan como contrapeso y traen al jugador a la realidad», asegura el psicólogo.
Además, la mayoría de los casos de ludopatía se descubren porque la esposa del enfermo nota que su marido, aunque viva con ella, está ausente y continuamente pegado al móvil y al ordenador. «Ha habido casos de pacientes que, al recuperarse, han descubierto que tenían hijos y que antes no lo sabían», cuenta Juan Sánchez, que expresa: «El enfermo que no se trata corre el peligro de acabar en uno de estos tres trágicos finales: soledad, cárcel y cementerio».
Fuente:laopiniondemurcia.es
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