miércoles, 22 de enero de 2014

El trastorno bipolar, en primera persona

Sergio Saldaña narra en autobiografía la enfermedad psiquiátrica que le detectaron a los 18 años. 

Una semana le bastó para escribir el libro Tengo trastorno bipolar, en el que un capítulo fue siguiendo a otro como si ya los tuviera redactados en la cabeza. Sergio Saldaña Soto no quería ganar dinero con su autobiografía; lo único que lo motivaba era contar su vida de manera sencilla, para que muchos se enteraran de la enfermedad que padece.

La autoedición, por intermedio de EditorialCirculoRojo.com, le permitió administrar su tiempo. Saldaña no quería que una editorial tradicional dictara sus pasos en la promoción de una obra que nació casi al mismo tiempo que su hijo Amets.

¿Por qué escribir sobre el trastorno bipolar? 

Siempre escribí lo que me pasaba y lo que sentía en relatos de ficción. Redacté esta obra en primera persona porque no la concebía de otra manera. Lo que encontraba en otros textos sobre el tema es que eran demasiado fríos, científicos o dramáticos, y no quería plantearlo así.

No obstante ser autoeditado, el libro ha sido muy difundido. 

Me ha sobrepasado. Lo lanzamos en Pamplona (Navarra) y se llenó el auditorio, para 220 personas. Y la difusión en medios ha sido muy grande gracias a mi amiga periodista Cristina Ochoa.

¿Mucha gente padece el trastorno bipolar sin saberlo? 

Sí, hay muchos diagnósticos tardíos. Generalmente se diagnostica entre los 18 y los 30 años, pero hay gente que enlaza depresiones de los 18 a los 40 y, de pronto, se va para arriba con una euforia incontenible. Entonces, todo el esquema que aplicaba para la depresión da un vuelco, porque es bipolar y no había sido bien tratado.

¿Cuáles son los síntomas? 

Es una enfermedad de estados de ánimo. Si una persona sin patología está deprimida o le pasa algo tan bueno como para sentir euforia, se mueve en un rango lineal en el que va basculando a lo largo de días o meses. La diferencia con la persona que sufre trastorno bipolar es que esta rebota desde un estado de exaltación eufórico hasta una depresión clínica.

¿Cómo se lo detectaron? 

Los primeros síntomas fueron a los 16 años, pero me diagnosticaron a los 18 porque entré en un estado maníaco con episodios psicóticos. Eso es como parar un Fórmula 1 con frenos de bicicleta. Cuando estás arriba no necesitas dormir, hablas desaforadamente, es difícil que te sigan las ideas, crees que puedes defender cualquier cosa… Y cuando te vienes abajo, la depresión es muy profunda.

¿Cuál es el tratamiento? 

Se usan fármacos como el carbonato de litio para que nuestras emociones sean más llevaderas. Aunque nunca he dejado de tomar las pastillas, he tenido muchas crisis y sé que me quedan más. La terapia también es importante, pero el amor puede más que cualquier tratamiento. La cuarta pata de mi mesa sería mi trabajo interno, la autoterapia. Cuando pasas unas cuantas crisis y alcanzas cierta madurez, puedes detectar cuándo viene el optimismo. El cuerpo te da pistas y, si lo pillas antes, llamas a tu loquero, le cuentas que llevas dos noches sin dormir y que tu cabeza tira muy fuerte, que necesitas tranquilizarte. A lo mejor, con quedarte un día en casa no caes en picado. En mi caso, tiendo a venirme abajo ante la sensación de que otra vez perdí, de que la enfermedad me ha dado una bofetada y me ha dicho que no la olvide.

¿Cómo puede la familia apoyar a quien la sufre? 

Maltratamos mucho a nuestros cuidadores, somos difíciles. En mi caso, ha sido primordial que mi familia haya seguido ahí, aprendiendo conmigo conforme yo conocía más la enfermedad.

¿Lleva una vida normal? 

Me niego a ese término. Nadie lleva una vida normal. He vivido una vida extraordinaria, al máximo. Lo que sí podría decir es que socialmente no he sido un lastre: no he sido despedido ni he precisado rehabilitación psicosocial, y para eso mi entorno ha ayudado mucho.

‘Nacido para revolucionar el infierno’ 

Sergio Saldaña Soto tiene 37 años, es bibliotecario, sueña con editar su primera novela y maneja un negocio de electrodomésticos con su padre. “Su manera de vivir es casi insultante para los que dejan pasar la vida sin prestarle atención”, comenta su amiga Cristina Ochoa. Su talante podría resumirse en la frase que lleva en su brazo y que copió del libro Tatuaje, de Manuel Vásquez Montalbán: “He nacido para revolucionar el infierno”.

Fuente:eltiempo.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario