lunes, 24 de septiembre de 2012

Mi dosis diaria era de 9 horas de internet

Cuando me di cuenta de lo que ocurría con mi hijo, se me cayó el mundo encima. Desde los 10 u 11 pasaba mucho tiempo con el ordenador... Y más horas que yo no sabía. Encima, yo misma le había comprado hacía poco un teléfono con internet incorporado». Dolores aún se culpa del abuso de las nuevas tecnologías de Enrique, que hoy tiene 13 años y ya ha pasado por un tratamiento contra su adicción.

Enrique (nombre ficticio) llegó a acumular miles de contactos «en tres o cuatro perfiles de cada red social. Lo hacía por diversión, por pasar el rato, para ligar y hacer 'amigos'», explica este adolescente valenciano.

Y cuantos más 'amigos' y seguidores, más reconocimiento social entre su grupo de iguales: sus amigos de carne y hueso del colegio.

«Él era un buen estudiante, sin apenas esfuerzo y de repente... cinco suspensos. Ahí fue cuando me dije 'algo pasa'», relata Dolores. El fracaso escolar, o un bajón en las notas de clase es el motivo de alarma más frecuente.

Esta misma semana, el estudio de Evaluación Diagnóstica de la Conselleria de Educación evidenciaba que los alumnos de 4.º de Primaria (10 y 11 años) que tienen móvil y los que pasan más tiempo en internet presentan un peor rendimiento.

Pero, al margen de lo meramente académico, la psicóloga de Proyecto Hombre María Amor Fernández advierte de que hay otros indicios de adicción: «Se saltan las normas de convivencia, como los horarios o conectarse por la noche. O si cuando les quitas internet o el móvil atraviesan cierto síndrome de abstinencia: nervios, ansiedad y agresividad».

Incluso hay casos extremos. Hace unos días, un chico de 16 años de Benicàssim fue detenido, e internado en un centro de reforma, tras amenazar de muerte a su madre con un hacha, que le había apagado la red wi-fi.

Volviendo a Enrique, ahora sus amigos cibernéticos se 'reducen' a «unos 400». A pesar de esta supuesta sociabilidad, se muestra tímido en el inicio de la conversación cara a cara. Poco a poco se va soltando: «¿Mi dosis diaria? Pues eran unas nueve horas al día enganchado a internet. A veces 8 ó 10... La vez que más tiempo estuve fueron más de 12 jugando a videojuegos con los amigos (reales)», pero a través de la red. «Ahora los veo más, pero muchos de ellos siguen 5 ó 6 horas al día con el ordenador o en los chats».

Él se saltaba la norma familiar y entraba en internet por las noches, con su portátil. A veces, a través de redes wi-fi de los vecinos. «Conseguí alguna clave», comenta sin querer especificar más. Después, su móvil inteligente ('smartphone') le permitió una conexión más descontrolada.

Estos dispositivos de teléfono con línea de datos ya preocupan, y mucho, a los expertos. El estudio de Educación revela que el 43,7% de los niños valencianos de 10 y 11 años disponen de móvil propio. Y en el 13% de los casos, se trata de un 'smartphone'.

«A él le gustaba mucho todo lo tecnológico y le regalé un móvil con internet. Ahora la tableta tendrá que esperar a los 18 años», subraya Dolores. «No, a los 16», se queja su hijo. «Ya veremos», cede aparentemente la madre para zanjar.

Hoy en día Enrique ya sólo tiene un perfil abierto en cada red, «con muchos menos amigos. Con los que vale la pena hablar. Y sólo tengo un teléfono con tarjeta prepago. Si quiero buscar algo en internet, siempre hay un ordenador cerca», admite. De hecho, no tener 'smartphone' por voluntad propia le ha afianzado como uno de los líderes de su grupo de amigos.

Además, ha vuelto a jugar al baloncesto. Lo dejó porque supuestamente le aburría, cuando en realidad quería conectarse y chatear.

«Me dio mucho miedo que tuviera tantos perfiles en redes sociales, porque ahí hay mucho desconocido y a saber con qué intenciones...», suspira ahora Dolores.

Tratamientos a los 12 años

La afición por los aparatos de última generación empieza muy pronto, cuando niños de corta edad, de 6 ó 7 años e incluso menos, se pelean con los hermanos por jugar con el móvil o la tableta de los padres.

En sí, la tecnología es una herramienta muy útil. Pero, como con otras cosas, el abuso supone un grave problema. «Lo más habitual es que nos vengan chavales de 13, 14 ó 15 años, pero también hemos tenido algunos casos con 12 años», afirma Juan Manuel Ferrer, director terapéutico de la Fundación Arzobispo Miguel Roca-Proyecto Hombre de Valencia.

Lo principal es que el afectado asuma su problema y quiera superarlo. «Hace poco nos llegó un chico de 15 años con 70 horas semanales de internet. Pero no estaba motivado», apunta Ferrer.

Proyecto Hombre trata este tipo de casos desde hace cinco años, pero cada vez con edades más tempranas. «Desde que hay más información, los padres se dan cuenta de la adicción. Vienen todo tipo de familias, sobre todo de tipo medio y medio-alto», matiza la psicóloga María Amor Fernández.

Con los adolescentes se trabaja especialmente el control de horarios de uso de internet y del móvil, el ocio y tiempo libre, el ámbito familiar y la carencia de autoestima, «porque en muchos casos tienen dificultades para relacionarse con amigos y compañeros, aunque esto no les pasa 'on line'», argumenta la psicóloga de Proyecto Hombre. Tanto ella como los demás especialistas consultados coinciden en no poner a disposición de niños y preadolescentes determinada tecnología. «¿Móviles con internet a los 10 años? Cuanto más temprana es la edad, más riesgo hay, porque los niños aún no tienen formado el autocontrol. Es una situación de peligro a la que se expone a los menores», agrega María Amor Fernández.

Y apostilla: «Es bueno que haya un control exhaustivo con los adolescentes. Es muy importante que haya siempre control de los padres. Internet visible en casa y en el móvil, limitar las llamadas y horarios».

Mariano Chóliz, profesor de Psicología Básica de la Universitat de Valencia y coautor hace un par de años del estudio 'Uso y abuso del teléfono móvil en la adolescencia' añadiría que se cede toda privacidad en internet y permitiendo ser llamado a cualquier hora de la noche. La fiscal coordinadora de Menores de Valencia, Gema García, también aporta esta idea.

Para los padres de estos adolescentes, una manera de prevenir un mal empleo de la tecnología es, por ejemplo: una tarjeta prepago, «porque es un sistema de control del gasto y de autocontrol para el propio menor. De esta manera, el adolescente aprende a controlarse, a saber cuándo usarlo y cuándo no», insiste Mariano Chóliz, que desarrolla un programa de prevención (información, sensibilización y promoción de hábitos) en el que ya han participado 6.000 alumnos de Secundaria en la Comunitat.

Más del 95% de los adolescentes valencianos (de 12 a 18 años) posee un móvil. Más del 80% utilizan las redes sociales. Se calcula que en el 5% de todos ellos podría generarse una adicción. Y un tratamiento de tipo medio, de seis a 10 meses, en una consulta privada puede costar entre 1.600 y 2.400 euros.

Las Unidades de Conductas Adictivas (UCA) prestan asistencia frente a este problema, pero la Conselleria de Sanidad no pudo aportar datos de cuántos menores están en tratamiento o lo han recibido. El riesgo es alto, porque los informes arrojan que unos 21.800 valencianos de 10 a 18 años se encuentra en peligro de caer en una adicción.

Fuente:lasprovinvias.es

Enganchados al trabajo

Javier es economista, tenía una empresa en el sector de la madera, una empresa familiar que había heredado de su padre y a la que dedicaba más horas de las que tiene el día. "Trabajaba desde las ocho de la mañana hasta las nueve de la noche. Todos los días. Viajes, comidas, cenas, fines de semana... Continuamente era comer, viajar, trabajar, reunirse...", recuerda.

Su empresa funcionaba en España y exportaba fuera. Había mercado en Europa y países árabes y llegó a tener bajo sus órdenes a más de un centenar de empleados. Eran tiempos de negocio y beneficios.

Las comidas, las cenas, las reuniones y la vida social de un empresario de éxito acabaron derivando en una adicción al alcohol y la adicción del alcohol acabó viajando hasta una adicción a la cocaína. Más comidas, más cenas, más droga, más trabajo.

"El trabajo me fue poco a poco destruyendo. Tomaba cocaína para poder soportar el ritmo, para aguantar el cansancio y para poder buscar un estimulante. Al principio no le veía problemas al alcohol y la cocaína era como una cosa de fin de semana. Luego se fue alargando a algún día más y llegó un momento que todo se complicó. Ya no funcionaba a nivel profesional, tampoco a nivel familiar, la coca hacía daño, el alcohol igual. Se complicó todo, mi hígado empezó a fallar, se acumulaban los problemas e intentaba taparlo todo con más trabajo". Más negocios cada vez, más alcohol, más coca. Trabajo, trabajo, trabajo.

En 1997 Javier Carbonell ingresó en una clínica de Barcelona para desintoxicarse de la droga, del alcohol y, sobre todo, de su adicción a la empresa, génesis de su crisis. Estuvo tres meses sin consumir. Tres meses sin trabajar. En 2005 cerró el negocio y abrió la clínica Síndrome, un centro de tratamiento y rehabilitación de adicciones en Valencia.

Más víctimas en 2015

Un estudio desarrollado por investigadores de la Universitat Politècnica de València, la Universitat Jaume I de Castelló y la Universidad del País Vasco presentado este mes predice que el porcentaje de adictos al trabajo en España, que en la actualidad es de un 4'6%, alcanzará en poco más de tres años al 11'8% de la población.

Su informe establece a través de un cuestionario base tres categorías: los trabajadores racionales (con 40 horas o menos semanales); los sobretrabajadores (más de 40 horas) y los adictos (determinados por su nivel de compulsión a partir de las respuestas ofrecidas en la encuesta).

"Del estudio se deriva la necesidad de poner en marcha medidas de cara a evitar el contagio de la que está considerada como una de las psicopatologías sociales de este siglo", advierte Lucas Jódar, director del Instituto de Matemática Multidisciplinar de la UPV.

'Workaholic'

Pero, ¿cuándo es una persona adicta al trabajo? Alicia López de Fez es directora del Centro de Psicología López de Fez. "El adicto al trabajo es una persona con una excesiva necesidad de trabajar, lo que le produce problemas e interferencias en su estado de salud, en su felicidad y en sus relaciones personales. Es lo que se llama un 'workaholic'".

López de Fez aclara que no es lo mismo trabajar mucho que ser adicto al trabajo. "La diferencia fundamental estriba en que los adictos al trabajo no son capaces de establecer límites cuando es necesario. Son personas que han perdido el control de su actividad laboral, no logran imponerse reglas, aceptar sus límites; sienten la necesidad de hacer más y más, sin reparar en las consecuencias negativas que esto pueda acarrearles. El trabajo es la única meta en la vida: trabajar duramente más y más. Hacer siempre más".

Javier responde al retrato robot que dibuja la psicóloga. "El perfil suele ser el de personas de 35 a 45 años que han alcanzado puestos de responsabilidad en sus empresas y que desempeñan tareas cualificadas. Por un lado están los obsesivos, personas muy perfeccionistas y exigentes que no saben delegar y quieren tener el control de todo; por otro, los narcisistas, persona muy ambiciosa y cegada por la obtención de poder".

Javier se reconoce sobre todo en el segundo caso. "Detrás siempre hay ambición. Da igual que seas empresario, abogado o albañil. Siempre justificas las horas de trabajo porque crees que son necesarias, pero esa es la gran mentira. El adicto al trabajo lo es porque es ambicioso".

Subraya la psicóloga que el tipo de trabajo que crea adicción es aquel que proporciona mucha autonomía a la persona, "de forma que puede dilatar a su voluntad los horarios de trabajo e imponerse las cargas laborales que quiera asumir".

El Centro López de Fez trabaja con adictos al trabajo desde hace años. Sus pacientes son especialmente difíciles de identificar. "Un adicto al trabajo no presenta problemas durante un largo tiempo. La empresa para la cual trabaja y toda la sociedad le están agradecidas por los frutos de su esforzado empeño. Y la familia también puede disfrutar de alguna ventaja. Esta situación continua hasta que el trabajador incansable llega a un punto de ruptura", explica la directora. "Las personas pueden quedar atrapadas en su propio éxito atendiendo constantemente las exigencias laborales antes que las propias".

Adicción y crisis económica

El programa mátemático que han utilizando en su estudio las Universidades de Castellón, Valencia y País Vasco contempla el actual escenario económico, los datos del paro y las previsiones de futuro. Resultado: más adictos.

Alicia López de Fez admite que "la adicción al trabajo se ve favorecida por la incertidumbre y la falta de seguridad que caracterizan el actual mundo laboral" pero alerta, aún más, de los peligros del "modelo norteamericano de vida".

"Es un modelo orientado al trabajo, donde la gran mayoría de las personas viven por y para trabajar, y que llega, como siempre, con treinta años de retraso a España. No hay más que ver los programas de televisión de 'Españoles por el Mundo' en las grandes ciudades de Norteamérica o hablar con personas que están viviendo y trabajando allí y que nos cuentan de primera mano esto mismo".

Javier Carbonell está convencido de que la situación económica no es determinante. "Cuando estábamos en tiempos de bonanza económica había muchos adictos al trabajo; ahora también los hay", apunta. "Antes era la ambición por acumular, ahora es por no perder".

Fuente:elmundo.es

lunes, 17 de septiembre de 2012

¿Eres adicto a las Redes Sociales?

Actualmente, 1,200+ millones de personas tienen acceso a diversas plataformas de redes sociales como Okurt, Tuenti, Twitter, Facebook o VKontakte. Según la última medición realizada por la firma de analítica web ComScore, de todo el tiempo invertido en las principales actividades y servicios de Internet (navegación, compras en línea, comunicaciones y plataformas de interacción social) 6.7 billones de horas al mes se dedican exclusivamente a redes sociales. Tomando esto en consideración, pudiésemos intuir que a nivel global, se invierten unas 18.6 horas per cápita en medios de interacción social —lo que es virtualmente todo el día.

A pesar de que muchos pudiesen hacerse la pregunta de si esto puede ser posible, la reducción de la brecha digital, el aumento de la penetración de Internet, y sobre todo, el incremento de la telefonía móvil, son factores que hacen de las redes sociales, la nueva, recurrente y común vía de socialización de los usuarios de la Web.

Investigaciones sobre dependencia al uso de las redes sociales

Iniciamos con Cecilie Schou Andreassen, quien dirigió el proyecto de investigación denominado “The Facebook Addiction” de la Universidad de Bergen (UiB), como una subdivisión de las diversas adicciones a Internet. El Estudio dió a conocer que los adolescentes y jóvenes tienen más probabilidad que los adultos, en desarrollar dependencia a Facebook. Además, que las personas organizadas y ambiciosas, corren menor riesgo en sufrir dependencia a las redes sociales, sino que utilizan las mismas, como parte integral de su trabajo o para hacer networking. Conjuntamente, la investigación indicó, que las mujeres se muestran más vulnerables a dicha adicción. En sentido general, aquellas personas que obtuvieron un alto puntaje en el estudio, mostraron marcadas tendencias de ritmo alterado del sueño.

Al mismo tiempo, un estudio realizado por un grupo de científicos del prestigioso MIT (Massachusetts Institute of Technology) y de la Universidad de Milán, indicó que las redes sociales –más específicamente Facebook y Twitter— son potencialmente más adictivas que el cigarrillo y el alcohol. En la investigación que fue realizada junto a dos prestigiosos laboratorios, encontraron que las personas que utilizan Facebook, tienen reacciones físicas similares a las de los músicos, cuando ejecutan su instrumento, o similares a las personas están involucradas en cualquier tipo de actividad creativa.

Aunque la gente siempre bromea con cliché de mencionar los Estudios en Harvard, debo incluir, que la Universidad de Harvard, ha dirigido estudios en los que demuestra, que la actividad de compartir información personal a través de las redes sociales, aumenta la presión cerebral. El estudio indicó, que hasta el 80% de lo que publicamos en los medios de interacción social, pudiese estar relacionado con asuntos sobre nuestra vida personal. La razón por la que las personas hacen esto, es con la expectativa de recibir alguna gratificación física o emocional. Por lo que, uno de los elementos más interesantes de esta investigación, fue descubrir como el solo hecho de compartir información en las redes sociales, otorga un placer muy similar –y a veces mayor— al que produce recibir dinero.

La Universidad de Maryland hizo una investigación con usuarios de redes sociales e Internet de 37 países distintos, donde se les solicitó pasar 24 horas sin Internet. El 20% de estos, presentó síntomas compatibles con algunos tipos de adicción tales como gran ansiedad, desesperación y vacío emocional. Este estudio fue muy consistente con uno realizado sobre la adicción a los teléfonos celulares por parte de la firma TeleNav en donde las personas preferían dejar de tomar café, coca-cola, alcohol o cualquier otra cosa durante 7 días y no dejar de utilizar su teléfono móvil.

Luego de haber evaluado con algo de detenimiento algunas de estas investigaciones, podríamos preguntarnos si globalmente, nuestro mundo se dirige hacia una sociedad enferma, y que potencialmente tiende a ser dependiente de las redes sociales. O si además, existe algún peligro en lo relativo a que tantas personas, pasen tanto tiempo formando parte de esta gran revolución cultural y digital. La preocupación viene por el hecho de que en la misma forma en cómo las redes sociales son muy eficientes para el libre intercambio de diversas ideas, también es cierto que las mismas, acentúan diversos trastornos de personalidad. Si los usuarios de las redes sociales están invirtiendo tanto tiempo en estas, ¿Estamos frente a alguna patología de orden colectivo y global? En la medida que las redes sociales han cambiado la forma en cómo las personas se relacionan, estas actitudes o comportamientos —no adecuados— se extrapolan y se transportan hacia esta nueva forma de socialización.

La razón fundamental por la que pienso que las redes sociales son adictivas, es porque “tú mismo”, eres el centro de la experiencia, que quieres pasar más tiempo en el “spotlight” –siendo el foco de la atención—y recibiendo la respuesta instantánea y retroalimentación de una comunidad que te brinda el espacio para tener tus veinte-y-cuatro horas de fama cada día. Si la experiencia es tan gratificante como ninguna otra, pudieses fácilmente quedar atrapado en esa burbuja de dependencia.

Métodos científicos e instrumentos para determinar adicción o dependencia a las redes sociales e Internet

El IAT o “Internet Addiction Test” –Prueba de Adicción a Internet—es el primer instrumento validado para medir la adicción a Internet. El mismo fue desarrollado por el Dr. Kimberly Young y consiste en la aplicación de un cuestionario de 20 ítems que abarcan con gran precisión todas las áreas claves y características de un uso patológico de la Web. Muchos de ítems hacen referencia a si te lo molestas cuando alguien te interrumpe mientras estas conectado, o si prefieres permanecer conectado a Internet en vez de salir a divertirte con tus amigos. Si sientes tensión o preocupación mientras te encuentras desconectado o si piensas que pasas más tiempo conectado a Internet del que realmente habías planificado, son algunas de las preguntas que utiliza el IAT con escalas de medición de 1 a 5 –donde 5 representa el valor máximo.

Por otra parte, se utilizan muchísimas pruebas para medir el impacto físico, cerebral y emocional de un usuario de Internet o redes sociales que van desde el volumen de la presión sanguínea y hasta el uso de diversos instrumentos médicos que pueden variar según los objetivos de la investigación. El uso de diversos instrumentos y métodos tienen el propósito fundamental de buscar patrones o diferencias significativas entre el uso de las redes sociales, y el desarrollo de cualquier otro tipo de actividad.

¿Cuál es el impacto de este tipo de adicción?

Ser adicto a Internet –en el sentido más amplio— a las redes sociales tiene un impacto funesto y negativo. Muchas empresas prohíben el uso de las redes sociales en la oficina porque estas interfieren en la productividad. En el Reino Unido, el 44% de los empleados admite que el uso de las plataformas de redes sociales como Twitter y Facebook ha afectado drásticamente su rendimiento en el trabajo. Sin embargo, solo el 6% de la fuerza laboral, ha dejado de utilizarlas en horario laboral, según muestra el estudio de Kelly Global Workforce Index. Sin embargo, aun no hemos entrado al plano de la adicción –esto es solo usabilidad. No obstante, ¿Eres capaz de imaginar como una creciente dependencia de las redes sociales afectarían todos los intereses productivos de nuestra sociedad?

No basta con que tu jefe haga una llamada al System Manager de la empresa y le ordene que bloquee todos los portales de redes sociales. Cada empleado tiene un Smartphone con 2 o 3 redes sociales, con las que puede pasarse todo el día interactuando intermitentemente, entre sorbos de café, llamadas telefónicas y pantallazos en el computador. Como si todo fuera poco, un estudio realizado por Information Overload Research Group (IORG) y publicado por el New York Times, reflejó como en los Estados Unidos, se producen perdidas –atribuidas a interrupciones en la productividad— ascendentes a mas de $650 USD billones de dólares al año, solo por el uso de redes sociales en el espacio de trabajo.

Conclusión

La adicción a las redes sociales no está necesariamente ligada “al factor tiempo”, más sin embargo, esta si se vincula, a la actitud que tengan los usuarios frente a las mismas. A pesar de que el mensaje que comunicamos a través de los medios de interacción social, no ha sido un elemento que hemos considerado. Su naturaleza, incidencia y el uso de cierta categoría de mensaje, pudiese llevarnos a fanatizarnos de tal manera, que veamos en Facebook, Google+, Twitter y demás, el canal propicio para nuestro desahogo. No podemos sacrificar nuestra inserción en las distintas formas de globalización, ya que las redes sociales son parte de ella. Sin embargo, protejamos nuestras sagradas emociones, nuestra salud y la capacidad natural de ser entes bienestar y bien común.

Fuente.puromarketing.com

La adicción a los videojuegos, con síntomas "parecidos" a los alcohólicos y drogadictos

La adicción a los videojuegos presenta síntomas psicológicos "parecidos" a los que sufren los alcohólicos y drogadictos. Así lo ha asegurado a Europa Press el miembro del Colegio de Psicólogos de Madrid y experto en adicciones, José Antonio Molina, que indica que esta sintomatología "la comparten casi todas las adicciones".

Algunos de estos síntomas son "la dificultad para conciliar el sueño por la sobreactivación del cerebro o por el síndrome de abstinencia", sostiene. Sobre este último, el especialista recuerda que está ligado a "la ansiedad, la irritabilidad y la ira".

No obstante, Molina especifica que el consumo de sustancias adictivas provoca en el organismo situaciones que no ocurren en la adicción a las nuevas tecnologías. En este sentido, y como ejemplo, asegura que la retirada del alcohol genera en los alcohólicos "efectos como 'delirium tremens' o temblores", algo que no pasa en los consumidores 'enganchados' a los videojuegos.

Sin embargo, el experto aclara que si estos productos se usan de manera lúdica, "pueden ser un complemento más a las diferentes áreas de la vida de las personas. El problema, a su juicio, se crea "si se tiene una dependencia", ya que esta persona cada vez tendrá que jugar durante más horas. "Empezará a interferir en sus tareas vitales", apostilla. 

EN LOS MENORES PROVOCA PROBLEMAS ACADÉMICOS Y MENOS RELACIÓN CON AMIGOS

De este modo, Molina sintetiza que se considera adicción cuando ésta tiene consecuencias negativas "y, aún así, se sigue repitiendo esta conducta". Por ello, señala que "si pasan seis meses o un año se puede hablar de que se tiene un problema".

En el caso concreto de los menores, éstos "comenzarán a relacionarse menos con sus amigos, a flojear en los estudios y a estar menos comprometidos a nivel familiar", indica el colegiado. Además, se producirá "una pérdida de control", que provocará que lo que en principio era estar un rato a solas, "lleve a mucho más tiempo y a la desatención de otras actividades", lamenta.

En cuanto a las personas más susceptibles a convertirse en adictos a las nuevas tecnologías, Molina destaca a dos tipos de personalidades: las susceptibles y las que tienen una menor capacidad para anticipar consecuencias futuras. Sin embargo, también considera candidatos a esta adicción a los ciudadanos con déficit en habilidades sociales, ya que "les cuesta más comunicarse y se aíslan en los videojuegos como refugio".

Para solucionar estos problemas, el profesional descarta los fármacos porque la psicología "tiene herramientas y técnicas suficientes". Así, confirma que, "aunque cada persona es un mundo, lo primero que hay que hacer es una valoración para ver si, además de su adicción, presenta otros problemas".

LOS FAMILIARES TAMBIÉN NECESITAN UNA TERAPIA ESPECÍFICA

Tras ello, es necesario realizar un control de estímulos, que consiste en "intentar controlar los tiempos de utilización del videojuego y en fomentar otras actividades", señala. Además, la familia debe procurar que el viedeojuego esté en un lugar visible de la casa "para que el paciente no se aísle y pase horas y horas jugando", explica Molina a Europa Press.

Precisamente respecto a los familiares, el experto asegura que éstos "en ocasiones tienen un sentimiento de victimización y se preguntan qué han hecho mal". Por ello, y tal y como describe en su libro 'SOS...Tengo una adicción', el miembro del Colegio de Psicólogos de Madrid subraya que "es muy importante intervenir sobre ellos".

Según su criterio, además de consejos en relación al paciente, "muchas veces necesitan una terapia específica para ellos porque se ven muy afectados por la situación". Con ella consiguen "una ventilación emocional porque las adicciones se suelen ocultar", concluye Molina.

Fuente:europapress.es

viernes, 14 de septiembre de 2012

Abducidos por el Iphone

Ahora suele ser frecuente ver a una persona cruzar por un paso de cebra con un teléfono en una mano y en la otra tecleando algo en él. Frecuente, y preocupante. Porque la mayoría de las veces se atraviesa la calle sin siquiera mirar si a izquierda o derecha está viniendo un coche. No es una caricatura exagerada. Pocos lectores de este blog negarán que han visto a un conocido en un restaurante trasteando con el móvil encima de la mesa, olvidándose casi del plato que consume y -lo que es peor- de las personas que están acompañándole. Es una realidad que alerta de la parte más oscura de internet. La Red ha cambiado el mundo de forma radical -para bien, en la inmensa mayoría de las veces- pero está generando una patología psiquiátrica que viene ya en los libros de textos: la adicción.

Los expertos, ahora apoyados en las increíbles imágenes que proporciona la resonancia magnética funcional, están comprendiendo con bastante exactitud lo que ocurre en el cerebro cuando se usa un dispositivo móvil.

Se unen varias cosas: movilidad, ubicuidad, interactividad, tacto, relación, respuesta muchas veces inmediata... Son componentes psicológicos que activan moléculas en el cerebro. Concretamente la dopamina, el neurotransmisor que estimula los centros de recompensa de nuestro cerebro. Al final, placer. Se trata de la misma molécula que modula la adicción a la nicotina, la cocaína o la heroína. Internet -sobre todo a través de los soportes móviles- puede ser un puente a la obsesión.

Porque obsesivo es chequear los mail cada cinco minutos, estar pendientes de forma permanente de la cotización de bolsa, de los últimos resultados deportivos o soñar con tener miles de seguidores en Facebook o en Twitter. Cualquiera que conozca las dos aplicaciones intuye el tiempo que deben pasar enganchados en ella los que están constantemente tuiteando o lanzan y comparten en Facebook sin parar fotos, noticias o frases ocurrentes.

Hay quien ha rebautizado a las Blackberries con el nombre de Crackberries, emulando a lo que la cocaína engancha cuando se fuma en una pipa especial. Incluso existe una sensación de vibración fantasma que es la de notar que tiembla el móvil pero cuando lo coges compruebas que es casi una alucinación. Un libro publicado recientemente, 'i-Disorder', pone al día con una gran base científica el amplio abanico de estas patologías.

La solución es la moderación. Apagar el móvil más veces de lo que lo hacemos. No contestar los mails fuera del horario de trabajo. Atender a las relaciones personales analógicas más que a las digitales. Utilizar el tacto para tocar personas, no pantallas.

Fuente:elmundosalud.es

viernes, 7 de septiembre de 2012

¡QUE CAMBIEN LOS DEMÁS!

"Desde que nacemos se nos adoctrina para hacernos empleados sumisos y consumidores voraces, y así perpetuar el sistema"

"Como en general huimos de nosotros mismos, lo más común es encontrarnos con personas que no van hacía ninguna parte"

Tenemos tanto miedo al cambio, que muchos nos aferramos a una serie de mecanismos de defensa para no cuestionar las creencias con las que la sociedad ha moldeado nuestra identidad.

Cuenta una historia que el joven rey de un imperio lejano se cayó un día de su caballo y se rompió las dos piernas. A pesar de disponer de los mejores médicos, ninguno consiguió devolverle la movilidad. No le quedó más remedio que caminar con muletas. Debido a su personalidad orgullosa, mandó publicar un decreto por el cual se obligaba a todos los habitantes a llevar muletas. Las pocas personas que se rebelaron fueron arrestadas y condenadas a muerte. Desde entonces, las madres enseñaron a sus hijos a caminar con muletas en cuanto comenzaban a dar sus primeros pasos.

Como el monarca tuvo una vida muy longeva, muchos habitantes desaparecieron llevándose consigo el recuerdo de los tiempos en que se andaba sobre las dos piernas. Años más tarde, cuando el rey finalmente falleció, los ancianos que todavía seguían vivos intentaron abandonar sus muletas, pero sus hue­sos, frágiles y fatigados, se lo impidieron. A veces trataban de contarles a los más jóvenes que años atrás la gente solía ca­minar sin utilizar ningún soporte. Pero los chicos solían reírse de ellos.

Movido por la curiosidad, un día un joven intentó caminar por su propio pie, tal y como los ancianos le habían con­tado. Al caerse al suelo constantemente, pronto se convirtió en el hazmerreír de todo el reino. Sin embargo, poco a poco fue fortaleciendo sus entumecidas pier­nas, ganando agilidad y solidez, lo que le permitió dar varios pasos seguidos. Su conducta empezó a desagradar al resto de habitantes. Al verlo pasear, la gente dejó de dirigirle la palabra. Y el día que el joven comenzó a correr y saltar, nadie lo dudó; todos creyeron que se había des­quiciado por completo. En aquel reino, donde todo el mundo sigue llevando una vida limitada con muletas, al joven se le recuerda como "el loco que caminaba sobre sus dos piernas".

LA INFLUENCIA DE LA SOCIEDAD

"Sé obediente. Estudia, trabaja, cásate, ten hijos, hipotécate, mira la tele, compra muchas cosas. Y sobre todo, no cuestiones jamas lo que te han dicho que tienes que hacer" (PeterJoseph)

No hay nadie a quien culpar. Pero lo cier­to es que desde el día en que nacemos se nos adoctrina para que nos convirtamos en empleados sumisos y consumidores voraces, perpetuando el funcionamien­to insostenible del sistema. Así es como, al entrar en la edad adulta, seguimos la ancha avenida por la que tran­sita la mayoría olvidándonos por completo de seguirnos a nosotros mismos, a nuestra voz interior. Por el camino nos desconectamos de nuestra verdadera esencia -de nuestros valores y principios más profundos- construyendo una personalidad adap­tada a lo que nuestro entorno más cer­cano espera de nosotros.

Si bien la sociedad y la tradición ejer­cen una poderosa influencia sobre cada uno de nosotros, en última instancia so­mos libres para tomar decisiones con las que construir nuestro propio sendero. Es una simple cuestión de asumir nuestra parte de responsabilidad. Sin embargo, tomar las riendas de nuestra existencia nos confronta con nuestro miedo a la li bertad. Prueba de ello es que tendemos a ridiculizar procesos y herramientas -como el autoconocimiento y el desa­rrollo personal- orientados a cambiar nuestra mentalidad.

LOS SIETE ENEMIGOS

"Formamos parte de una sociedad tan enferma que a los que quieren sanar se les llama raros y a los sanos se les tacha de locos" (Jiddu Krishnamurti)

Al obedecer las directrices determina­das por la mayoría, hacemos todo lo po­sible para no salirnos del camino trilla­do, rechazando sistemáticamente ideas nuevas. No nos gusta cambiar porque a menudo lo hemos hecho cuando no nos ha quedado más remedio. Por eso lo solemos asociar con la frustración y el fracaso. Tanto es así, que existen siete mecanismos de defensa cuya función es garantizar la parálisis psicológica de la sociedad.

El primer mecanismo de defensa es el miedo (1), el más utiliza­do por el statu quo como elemento de control social. Cuanto más temor e inse­guridad experimentamos los individuos, más deseamos que nos protejan el Esta­do y las instituciones que lo sustentan. Basta con bombardear a la población con noticias y mensajes con una pro­funda carga negativa y pesimista.

Enseguida aparece en escena el au­toengaño (2), es decir, mentirnos a noso­tros mismos -por supuesto, sin que nos demos cuenta- para no tener que en­frentarnos a los temores e inseguridades inherentes a cualquier proceso de trans­formación. Para lograrlo basta con mirar constantemente hacia otro lado. Como dijo Goethe, "nadie es más esclavo que quien falsamente cree ser libre".

Por esta razón, el autoengaño suele dar lugar a la narcotización (3). Y aquí todo depende de los gustos, preferencias y adicciones de cada uno. Lo cierto es que la sociedad contemporánea promueve infinitas formas de entretenimiento que nos permiten evadirnos las 24 horas del día. Dado que en general huimos permanentemente de nosotros mismos, lo más común es encontrarnos con personas que no van hacia ninguna parte.

Con el tiempo, esta falta de propó­sito y de sentido suele generar la apa­rición de la resignación (4). Cansados físicamente y agotados mentalmente, decidimos conformarnos, sentencian­do en nuestro fuero interno que "la vida que llevamos es la única posible". Asu­mimos definitivamente el papel de vícti­mas frente a nuestras circunstancias.

ARROGANCIA Y CINISMO

"Ninguna persona cambia hasta que su situación deviene insoportable" (José Antonio Marina)

En caso de sentirnos cuestionados sole­mos defendernos impulsivamente por medio de la arrogancia (5), muchas ve­ces disfrazada de escepticismo. Esta es la razón por la que solemos ponernos a la defensiva frente a aquellas personas que piensan distinto. Al mostrarnos sober­bios e incluso prepotentes, intentamos preservar nuestra rígida identidad.

Si seguimos posponiendo lo inevi­table, la arrogancia suele mutar hasta convertirse en cinismo (6). Sobre todo tal y como se entiende hoy día. Es decir, como la máscara con la que ocultamos nuestras frustraciones y desilusiones, y bajo la que nos protegemos de la insa­tisfacción que nos causa llevar una vida de segunda mano, completamente pre­fabricada. Tal es la falsedad de los cíni­cos, que suelen afirmar que "no creen en nada", poniendo de manifiesto que en realidad no creen en sí mismos.

Por último, existe un séptimo mecanismo de defensa: la pereza (7). Y aquí no nos referimos a la ' definición actual, sino al significa­do original. La palabra pereza pro­cede del griego acedia, que quiere decir "tristeza de ánimo de quien ' no hace con su vida aquello que intuye o sabe que podría realizar".

En fin, nadie dijo que fuera fá­cil, pero para empezar a cambiar , solo hay que dar un primer paso.

PRISIONEROS DE LAS CREENCIAS

Un niño fue al circo con su padre y quedó fascinado con un enorme elefante, de fuerza descomunal. Al terminar la función, el chico vio cómo el domador ataba una de las patas del animal a una pequeña estaca clavada en el suelo.

Le sorprendió constatar que la estaca era un minúsculo pedazo de madera.

- "Papá, ¿cómo puede ser que el elefante no se escape?': le preguntó.

  Y su padre le dijo: - "Porque está amaestrado".

  - "Y si está amaestrado'; insistió el chico, "¿por qué lo encadenan?".

  El padre no supo qué decirle. Otro hombre que había escuchado la conversación le reveló la respuesta:

  - "El elefante no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que nació. Al principio trataría de soltarse, empujando con fuerza. Pero siendo un elefantito, la estaca era demasiado resistente para él. Y así continuó hasta sentirse agotado, impotente y, finalmente, resignado. Ahora ya ni se lo plantea".

Fuente:Boja Vilaseca (elpaissemanal.com)

jueves, 6 de septiembre de 2012

Un estudio augura que la adicción al trabajo se triplicará en tres años

El paro no deja de crecer en España y, especialmente, en la Comunidad Valenciana, pero el porcentaje de adictos al trabajo, que en España es hoy de un 4,6%, podría alcanzar en poco más de tres años –diciembre de 2015- al 11,8% de los trabajadores. Así se desprende de un estudio desarrollado por investigadores de la Universitat Politècnica de València, la Universitat Jaume I de Castelló y la Universidad del País Vasco. Mediante la aplicación de un modelo matemático de ecuaciones en diferencias han analizado la posible evolución de esta adicción en los próximos años bajo diferentes perspectivas para la economía española.

Desde el equipo de investigación WONT de la Universitat Jaume I, especializado en la prevención psicosocial en el ámbito laboral, elaboraron un cuestionario con el objetivo de medir y clasificar a la población en función de su nivel de adicción. “La mayoría de las personas pasamos una gran parte de nuestro tiempo en el trabajo. Las hay incluso que pueden llegar a convertirse en adictas a éste, dedicando una excesiva cantidad de tiempo y energía a trabajar y haciéndolo de forma muy intensa y compulsiva. Otros trabajan duro porque les divierte y no porque sientan que es lo que tienen que hacer, son los trabajadores “engaged” o muy vinculados con su trabajo. A través de este cuestionario discernimos el nivel de adicción y en qué medida los empleados disfrutan trabajando”, explica Mario del Líbano, investigador de la Universitat Jaume I. En total, contestaron a este cuestionario cerca de 1.200 trabajadores de la Comunidad Valenciana y el País Vasco, con edades comprendidas entre los 16 y los 69 años.

A partir de los resultados de la encuesta, para construir el modelo matemático, los investigadores del Instituto IMM de la UPV dividieron a la población en tres categorías: trabajadores racionales (con 40 horas o menos semanales); sobretrabajadores (más de 40 horas) y adictos (determinados por su nivel de compulsión a partir de las respuestas ofrecidas en la encuesta). “Resolviendo las ecuaciones de nuestro modelo, podemos predecir la prevalencia de la adicción al trabajo en nuestro país”, apunta Lucas Jódar, director del Instituto de Matemática Multidisciplinar de la UPV. Junto a Jódar, han participado también en este trabajo por parte de la Politècnica de València Paloma Merello, Elena de la Poza y Elvira Alberola.

En su estudio, los investigadores de la UPV, la UJI y la UPV/EHU han tenido en cuenta además cuatro posibles escenarios económicos: el primero de ellos basado en las previsiones de la OCDE, “que augura un crecimiento del paro hasta 2013”; un segundo optimista, “que contempla la bajada de la tasa de desempleo el año que viene a niveles de 2010”; el tercero basado en los análisis de la FUNCAS, “que prevé una recuperación lenta a partir de 2014”; y un cuarto, más pesimista “marcado por un continuo ascenso del número de parados en España desde 2012 y hasta 2015”.

“Asimismo, para la construcción del modelo matemático tuvimos en cuenta también otros factores que pueden influir en la adicción al trabajo, como por ejemplo situaciones de estrés emocional, que hemos cuantificado a partir de la tasa de disoluciones matrimoniales, y el contagio social”, añaden los investigadores del IMM de la Politécnica de València.

A partir de la aplicación del modelo, el estudio augura un incremento de adictos laborales en todos los escenarios, siendo el más alto en el “optimista” con un 11,88%. En el de la OCDE, la tasa es de un 11 72%; de un 11,65 % en el de FUNCAS; y en el peor de los escenarios de un 11,55%.

“Del estudio se deriva la necesidad de poner en marcha medidas de cara a evitar el contagio de la que está considerada como una de las psicopatologías sociales de este siglo, así como de promocionar una cultura empresarial que permita aumentar la capacidad de los trabajadores para sobreponerse a contextos de dolor emocional, traumas o el miedo a perder el empleo”, concluyen los autores.

Este trabajo ha sido presentado en el marco de las Jornadas ,Mathematical Modelling in Engineering & Human Behaviour 2012 organizadas por el Instituto Universitario de Matemática Multidisciplinar de la UPV.

Fuente:elpais.com

martes, 4 de septiembre de 2012

Beber en exceso favorece una mayor susceptibilidad a los trastornos de ansiedad.

Científicos del Instituto Nacional sobre el Abuso de Alcohol y el Alcoholismo (NIAAA) y el Centro Bowles para Estudios sobre el Alcohol de la Universidad de Carolina del Norte, en Estados Unidos, aseguran que el consumo excesivo de alcohol conlleva una especie de reprogramación del cerebro que hace al individuo más susceptible a padecer trastornos de ansiedad, según informa ‘Nature Neuroscience’.

Los médicos habían observado, hace tiempo, una relación entre el alcoholismo y los trastornos de ansiedad, como el trastorno de estrés post-traumático (TEPT), al tiempo que las personas que beben en exceso tienen un riesgo mayor de eventos traumáticos, como accidentes de tráfico y la violencia doméstica, pero eso sólo explica parcialmente la conexión.

Pero ahora, un nuevo estudio en ratones ha revelado que el consumo excesivo de alcohol reconecta los circuitos del cerebro, haciendo más difícil que los alcohólicos se recuperen psicológicamente después de una experiencia traumática.

“Existe un amplio espectro sobre cómo la gente reacciona a un evento traumático”, señala el autor del estudio, Thomas Kash, profesor de Farmacología en la Universidad de Carolina del Norte. Básicamente, nuestra investigación muestra que la exposición crónica al alcohol puede causar un déficit con respecto a la forma en que nuestros centros cerebrales cognitivos controlan nuestros centros emocionales en el cerebro.

“Una historia de abuso de alcohol puede perjudicar el mecanismo crítico de recuperación tras un trauma y l hacerlo, pone a las personas en un mayor riesgo de sufrir trastorno de estrés postraumático”, apunta el científico Andrew Holmes, del NIAAA, autor principal del estudio. Holmes indica que “el próximo paso será probar si estos hallazgos preclínicos se traducen a los pacientes que actualmente padecen de TEPT comórbido y abuso de alcohol. Si lo hacen, este hallazgo podría conducir a una nueva reflexión sobre cómo podemos mejorar el tratamiento de estas graves enfermedades”.

En el transcurso de un mes, los investigadores administraron a un grupo de ratones una dosis de alcohol equivalente al doble del límite legal para conducir en los seres humanos. Un segundo grupo de ratones a los que no se les administró alcohol sirvió como grupo control. El equipo utilizó leves descargas eléctricas para conseguir que todos los ratones temiesen el sonido de un tono breve.

Cuando el tono se reproducía de forma repetida sin la descarga eléctrica de acompañamiento, los ratones del grupo control dejaron de temer el sonido, poco a poco. Los ratones con exposición crónica al alcohol, por otro lado, se quedaban congelados en un lugar cada vez que se reproducía el tono, incluso mucho tiempo después de que las descargas eléctricas se hubiesen detenido -un patrón similar al que se observa en pacientes con trastorno de estrés postraumático, que tienen problemas para superar el miedo, incluso cuando ya no están en una situación peligrosa.

Los investigadores atribuyen el efecto a las diferencias en los circuitos neurales de los ratones expuestos al alcohol. Comparando los cerebros de los ratones, los investigadores observaron que las células nerviosas de la corteza prefrontal de los ratones expuestos al alcohol tenía una forma diferente a los de los otros ratones. Además, la actividad de un receptor clave, NMDA, se suprimió en los ratones que recibieron altas dosis de alcohol.

Holmes apunta que “no sólo estamos descubriendo que el alcohol tiene efectos perjudiciales en un proceso emocional clínicamente importante, sino que también estamos en condiciones de ofrecer una idea de cómo el alcohol puede perturbar el funcionamiento de algunos circuitos cerebrales muy específicos”.

Comprender la relación entre el alcohol y la ansiedad a nivel molecular podría ofrecer nuevas posibilidades para el desarrollo de fármacos que ayuden a los pacientes con trastornos de ansiedad que también tienen una historia de consumo excesivo de alcohol.

Fuente:psiquiatria.com