Javier es economista, tenía una empresa en el sector de la madera, una empresa familiar que había heredado de su padre y a la que dedicaba más horas de las que tiene el día. "Trabajaba desde las ocho de la mañana hasta las nueve de la noche. Todos los días. Viajes, comidas, cenas, fines de semana... Continuamente era comer, viajar, trabajar, reunirse...", recuerda.
Su empresa funcionaba en España y exportaba fuera. Había mercado en Europa y países árabes y llegó a tener bajo sus órdenes a más de un centenar de empleados. Eran tiempos de negocio y beneficios.
Las comidas, las cenas, las reuniones y la vida social de un empresario de éxito acabaron derivando en una adicción al alcohol y la adicción del alcohol acabó viajando hasta una adicción a la cocaína. Más comidas, más cenas, más droga, más trabajo.
"El trabajo me fue poco a poco destruyendo. Tomaba cocaína para poder soportar el ritmo, para aguantar el cansancio y para poder buscar un estimulante. Al principio no le veía problemas al alcohol y la cocaína era como una cosa de fin de semana. Luego se fue alargando a algún día más y llegó un momento que todo se complicó. Ya no funcionaba a nivel profesional, tampoco a nivel familiar, la coca hacía daño, el alcohol igual. Se complicó todo, mi hígado empezó a fallar, se acumulaban los problemas e intentaba taparlo todo con más trabajo". Más negocios cada vez, más alcohol, más coca. Trabajo, trabajo, trabajo.
En 1997 Javier Carbonell ingresó en una clínica de Barcelona para desintoxicarse de la droga, del alcohol y, sobre todo, de su adicción a la empresa, génesis de su crisis. Estuvo tres meses sin consumir. Tres meses sin trabajar. En 2005 cerró el negocio y abrió la clínica Síndrome, un centro de tratamiento y rehabilitación de adicciones en Valencia.
Más víctimas en 2015
Un estudio desarrollado por investigadores de la Universitat Politècnica de València, la Universitat Jaume I de Castelló y la Universidad del País Vasco presentado este mes predice que el porcentaje de adictos al trabajo en España, que en la actualidad es de un 4'6%, alcanzará en poco más de tres años al 11'8% de la población.
Su informe establece a través de un cuestionario base tres categorías: los trabajadores racionales (con 40 horas o menos semanales); los sobretrabajadores (más de 40 horas) y los adictos (determinados por su nivel de compulsión a partir de las respuestas ofrecidas en la encuesta).
"Del estudio se deriva la necesidad de poner en marcha medidas de cara a evitar el contagio de la que está considerada como una de las psicopatologías sociales de este siglo", advierte Lucas Jódar, director del Instituto de Matemática Multidisciplinar de la UPV.
'Workaholic'
Pero, ¿cuándo es una persona adicta al trabajo? Alicia López de Fez es directora del Centro de Psicología López de Fez. "El adicto al trabajo es una persona con una excesiva necesidad de trabajar, lo que le produce problemas e interferencias en su estado de salud, en su felicidad y en sus relaciones personales. Es lo que se llama un 'workaholic'".
López de Fez aclara que no es lo mismo trabajar mucho que ser adicto al trabajo. "La diferencia fundamental estriba en que los adictos al trabajo no son capaces de establecer límites cuando es necesario. Son personas que han perdido el control de su actividad laboral, no logran imponerse reglas, aceptar sus límites; sienten la necesidad de hacer más y más, sin reparar en las consecuencias negativas que esto pueda acarrearles. El trabajo es la única meta en la vida: trabajar duramente más y más. Hacer siempre más".
Javier responde al retrato robot que dibuja la psicóloga. "El perfil suele ser el de personas de 35 a 45 años que han alcanzado puestos de responsabilidad en sus empresas y que desempeñan tareas cualificadas. Por un lado están los obsesivos, personas muy perfeccionistas y exigentes que no saben delegar y quieren tener el control de todo; por otro, los narcisistas, persona muy ambiciosa y cegada por la obtención de poder".
Javier se reconoce sobre todo en el segundo caso. "Detrás siempre hay ambición. Da igual que seas empresario, abogado o albañil. Siempre justificas las horas de trabajo porque crees que son necesarias, pero esa es la gran mentira. El adicto al trabajo lo es porque es ambicioso".
Subraya la psicóloga que el tipo de trabajo que crea adicción es aquel que proporciona mucha autonomía a la persona, "de forma que puede dilatar a su voluntad los horarios de trabajo e imponerse las cargas laborales que quiera asumir".
El Centro López de Fez trabaja con adictos al trabajo desde hace años. Sus pacientes son especialmente difíciles de identificar. "Un adicto al trabajo no presenta problemas durante un largo tiempo. La empresa para la cual trabaja y toda la sociedad le están agradecidas por los frutos de su esforzado empeño. Y la familia también puede disfrutar de alguna ventaja. Esta situación continua hasta que el trabajador incansable llega a un punto de ruptura", explica la directora. "Las personas pueden quedar atrapadas en su propio éxito atendiendo constantemente las exigencias laborales antes que las propias".
Adicción y crisis económica
El programa mátemático que han utilizando en su estudio las Universidades de Castellón, Valencia y País Vasco contempla el actual escenario económico, los datos del paro y las previsiones de futuro. Resultado: más adictos.
Alicia López de Fez admite que "la adicción al trabajo se ve favorecida por la incertidumbre y la falta de seguridad que caracterizan el actual mundo laboral" pero alerta, aún más, de los peligros del "modelo norteamericano de vida".
"Es un modelo orientado al trabajo, donde la gran mayoría de las personas viven por y para trabajar, y que llega, como siempre, con treinta años de retraso a España. No hay más que ver los programas de televisión de 'Españoles por el Mundo' en las grandes ciudades de Norteamérica o hablar con personas que están viviendo y trabajando allí y que nos cuentan de primera mano esto mismo".
Javier Carbonell está convencido de que la situación económica no es determinante. "Cuando estábamos en tiempos de bonanza económica había muchos adictos al trabajo; ahora también los hay", apunta. "Antes era la ambición por acumular, ahora es por no perder".
Fuente:elmundo.es
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