"Llegué a soñar con la Bolsa. Mi mundo giraba alrededor de ella". Así resume su historia un adicto bursátil ya rehabilitado que prefiere mantener su anonimato. Todo empezó hace 10 años cuando estaba en la universidad. En su familia había tradición inversora y se marcó un objetivo que se transformó en obsesión: incrementar su patrimonio lo más rápido posible. Quería pegar el pelotazo, pero el resultado final fue bien distinto: quemó 30.000 euros y cayó en una espiral ludópata.
"Te das cuenta de que tienes un problema cuando las cantidades que inviertes no se corresponden a tu nivel de vida. Quería parar, pero no podía. Perdía la noción del día a día para centrarme en hacer operaciones sin sentido", explica este ex inversor. Cuando finalizó la universidad y empezó a trabajar, su adicción continuó. Antes de empezar la jornada laboral ya había repasado los periódicos y webs económicas. La llegada a la oficina coincidía con la apertura del mercado. Daba las primeras órdenes, algunas al contado y otras con derivados. Procuraba cerrar todos los movimientos con el toque de campana.
"El número de operaciones que realizaba dependía de la carga de trabajo que tuviese. No llegué a tener problemas laborales, pero los niveles de ansiedad y el nerviosismo que alcanzaba no eran normales. Es una adicción que afecta a tu rendimiento, a tu estado de ánimo y, por supuesto, a tus relaciones personales".
En los últimos años, coincidiendo con el desarrollo tecnológico que permite invertir de forma anónima en tiempo real en cualquier mercado desde cualquier sitio, ya no es extraño ver a personas con trastornos de ludopatía bursátil en los departamentos de psiquiatría de los hospitales.
"Algunos inversores arriesgan mucho dinero, calculando poco los riesgos y buscando ganancias rápidas, así como elevados niveles de excitación. Estas personas juegan exactamente igual que lo harían en un casino o a cualquier otro tipo de juego con apuesta. Su conducta cumple estrictamente los criterios de juego patológico de los manuales diagnósticos de los trastornos mentales", explican desde el Connecticut Council on Problem Gambling, una de las instituciones con mayores conocimientos sobre esta adicción.
En la unidad de juego patológico del servicio de psiquiatría del hospital de Bellvitge, en Hospitalet de Llobregat (Barcelona), acaba de empezar su tratamiento un nuevo paciente. Tiene 45 años y es taxista. Le ha costado tomar la decisión, pero finalmente se ha puesto en manos de profesionales gracias al consejo de un buen amigo. "Tengo miedo al fracaso, a arruinarme", confiesa.
Este inversor no sabe aún si la Bolsa es su problema o si es sólo una válvula de escape para huir de otros problemas. "Cuando algo me sale mal, por ejemplo, discuto con mi hija de 18 años, busco algo que me satisfaga. Una de esas salidas es ganar dinero rápido", describe. Su profesión le impide estar continuamente operando, "empleo como mucho un par de horas al día", aunque el hecho de estar todo el día en la calle, "tocando dinero, ya sabe...", le lleva también a caer en otras formas de ludopatía cuando entra en una fase de ansiedad como las apuestas en partidas de cartas o las máquinas tragaperras.
Este paciente asegura que siente pasión por los mercados, "sigo la Bolsa desde que tenía 16 años", y dice tener un plan de inversión que cuando rompe le lleva a entrar en un estado de ludopatía. "Debo aprender a controlarme. Los derivados intento no tocarlos. Cuando lo hago, mi problema se agrava. Si pierdo dinero, no cierro la posición; al contrario, la mantengo y lo único que consigo es agrandar las pérdidas".
No existe una cifra global del número de personas adictas a la Bolsa. Sin embargo, su número aumenta cada año. Como muestra de la magnitud que está adquiriendo este problema, es significativo que la Securities and Exchange Commission (SEC), el supervisor bursátil estadounidense, haya accedido a incluir en su web varios enlaces a páginas especializadas en el tratamiento de esta enfermedad. Y lo ha hecho frente a la frontal oposición de la industria financiera.
El primer caso de patología asociada a la Bolsa que trataron en el hospital de Bellvitge data del año 1996. En los últimos años, el número de pacientes con esta adicción ha aumentado y ya suman 16. Muchos más quizá padecen este problema, pero no lo reconocen. "Es posible que se retrase el diagnóstico porque es una actividad socialmente aceptada y asociada a cierto estatus social", explica Susana Jiménez-Murcia, responsable de la unidad de juego patológico en el centro catalán.
Aunque todavía no hay mucha literatura científica sobre esta patología, sí se puede establecer un perfil aproximado de la persona adicta a la Bolsa. La mayoría son varones y su edad media es de 42 años. El inicio en la inversión con cierta asiduidad es de 36 años y la evolución del trastorno dura tres años. En el juego tradicional, el desarrollo del problema es más lento, ya que tarda hasta siete años en manifestarse. "La Bolsa es mucho más adictiva gracias a la posibilidad de invertir las 24 horas", destaca Jiménez-Murcia. Otra característica de estos pacientes es que cuando deciden ponerse en manos de un profesional para curarse presentan un cuadro de alteración emocional cuyos rasgos son preocupación, ansiedad, tristeza, culpa, baja autoestima y aislamiento. Además, suelen llegar con deudas y un deterioro de sus relaciones laborales y familiares.
"En cuanto a su personalidad, observamos que son personas con una clara necesidad de sensaciones, tienen dificultades para tomar las riendas de su vida y presentan una elevada impulsividad", explica esta psiquiatra.
En la unidad de ludopatía del hospital Ramón y Cajal de Madrid atendieron el primer caso de adicción a la Bolsa hace cinco años. "Hay más afectados de los que nos imaginamos. Muchos adictos no son conscientes de que tienen un problema", señala Ángela Ibáñez, responsable de esta unidad. Tan poco conscientes son de que su actividad de inversión ha derivado en ludopatía que no suelen acudir voluntariamente al hospital. "La punta del iceberg son las consecuencias económicas", apunta Ibáñez. "Cuando acuden, su situación ya es dramática. Hasta el último momento piensan que son presas de una mala racha, pero esa actitud sólo genera deudas. Cuando se dejan de pagar los préstamos, la situación acaba estallando y la familia descubre el agujero económico", añade.
Precisamente es este detonante económico el que hace que en un entorno de recesión como el actual las listas de espera de todas las patologías relacionadas con el juego aumenten. "Antes, muchos pedían cita y luego no acudían a la consulta. Ahora no fallan porque con las estrecheces económicas cualquier gasto extra es detectado mucho antes por su entorno", indica Ibáñez.
Un rasgo propio de la ludopatía bursátil es que muchos pacientes presentan rasgos narcisistas. Se vuelcan en el mercado no sólo para ganar dinero, sino también para demostrar que son más listos que los demás, que ellos sí pueden batir al mercado. "En muchos casos se enganchan a la Bolsa porque tienen la impresión de tener una habilidad especial para lograr el éxito. Eso les lleva a resistirse a asumir las pérdidas; siempre tratan de recuperarlas. La inversión despierta un ego especial. Esta es la razón por la que muchos de los pacientes que tratamos utilizan productos complejos para invertir. Intentan salirse de la corriente", describe Ibáñez.
Entre los casos que ha tratado, esta psiquiatra recuerda por su dramatismo el de un empresario joven de éxito, cuyo negocio marchaba bien y daba empleo a varias familias, y que lo perdió todo por las deudas contraídas para pagar su adicción a la Bolsa. "Los pacientes dicen que acaban perdiendo su dignidad como personas. Algunos acaban teniendo incluso problemas legales".
Hay varias conductas con las que, si un inversor se siente identificado, puede que esté desarrollando un trastorno de ludopatía bursátil. Preocuparse más de lo necesario por buscar diariamente información relacionada con los mercados es uno de estos indicios; también debería hacer saltar las alarmas utilizar la inversión para escapar de estados emocionales. Otro síntoma que debería preocuparnos es percibir que cada vez arriesgamos más con las operaciones o que cuando nuestras apuestas son fallidas, en lugar de cerrar la posición, buscamos nuevas fuentes de financiación. Obviamente, también se traspasa la línea roja entre afición y adicción si mentimos o ponemos en riesgo nuestras relaciones afectivas y profesionales.
Una vez que el inversor reconoce su problema y accede a ponerse en manos de un profesional, ¿cuál es el proceso? "El tratamiento suele ser una terapia de grupo que se complementa, si se necesita, con la prescripción de fármacos para rebajar la ansiedad", describe la doctora Ibáñez.
El riesgo de recaída es similar al de otras conductas adictivas, aunque en el caso del juego es un trastorno que responde bien al tratamiento. "Las probabilidades de reincidencia están en torno al 30%. Es decir, para la mayoría el tratamiento puede ser eficaz. Con conciencia de enfermedad, motivación y apoyo familiar, muchos logran salir", apunta Jiménez-Murcia. A pesar de estos datos, no conviene bajar la guardia. "La presión de las deudas provoca que muchas veces recurras a lo que más conoces, pensando que esta vez va a ser diferente. La memoria suele ser selectiva: nos acordamos de las plusvalías y minimizamos u olvidamos las pérdidas", matiza su colega del Ramón y Cajal.
Sin querer esquivar responsabilidades individuales, psiquiatras y pacientes exigen a las sociedades de Bolsa y a las entidades financieras que refuercen sus controles. Es relativamente sencillo apalancarse varias veces por encima de nuestro patrimonio para invertir, circunstancia que aumenta las posibilidades de beneficios si las cosas van bien, pero también las opciones de perder dinero si la apuesta es fallida. Muchas veces también se comercializan instrumentos de inversión complejos (opciones, futuros, derivados, warrants...) sin tener en cuenta el perfil de riesgo o los conocimientos del cliente. "En las entidades financieras no existe sensibilidad al riesgo que tienen sus clientes de convertirse en adictos a la inversión. Sería bueno que abriesen una unidad de asistencia", critica el paciente ya rehabilitado. -
Fuente: ELPAIS.com
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