Hoy tenemos más motivos que nunca para sentirnos a disgusto con nuestro cuerpo. La sociedad de la imagen, la globalización, la publicidad, las nuevas tecnologías, hacen muy difícil vivir al margen de los modelos de belleza dominantes, independientemente del sexo y la edad. La expectativa de conseguir logros rápidamente y sin esfuerzo (“adelgaza rápido y sin pasar hambre”) se extiende también en el terreno de la imagen corporal.
Las intervenciones psicológicas basadas en la evidencia más extendidas hoy día en el campo de los trastornos de la alimentación, las terapias cognitivo-conductuales, se orientan fundamentalmente al control del malestar y los pensamientos negativos. Estas terapias utilizan estrategias dirigidas a disminuir la ansiedad y los sentimientos de tipo depresivo, y a modificar las ideas irracionales que pueden mostrar las personas con desórdenes alimentarios (“si estoy gorda, nadie me querrá”).
Una nueva generación de terapias está demostrando su efectividad en el ámbito de la psicología clínica y de la salud. La primera aplicación en la que demostraron su eficacia fue en el dolor crónico. Un reciente artículo publicado por Lance McCracken, de la Universidad King’s College de Londres y Francisco Montesinos, de la Universidad Europea de Madrid y terapeuta de www.institutoact.es titulado “Tendencias actuales y futuras en psicología y dolor crónico: ¿es hora de cambiar?” que acaba de ser publicado en la revista “Pain Management”, está propugnando un cambio de rumbo frente a los tratamientos psicológicos tradicionales. En el caso del dolor, hay evidencias de que con los pacientes que tienen su vida paralizada por causa de un dolor muy intenso que no responde a los tratamientos médicos, puede ser más efectivo centrarse en la acción y en el presente, en lugar de en la distracción o reducción de la percepción o del dolor, y de la modificación de pensamientos catastrofistas, y propone usar técnicas de “mindfulness” o “conciencia plena” para aprender a vivir con dolor y ser más flexible a la hora de afrontar los retos de la vida a pesar de la presencia del dolor.
Este mismo enfoque ha sido propuesto y está siendo investigado en el abordaje de la anorexia nerviosa, la bulimia, la obesidad y la insatisfacción corporal. Existen datos reveladores que muestran que el control de los “food cravings” (algo así como “ansia” por comer) puede producir efectos rebote, esto es, tratar de no sentir ansia lleva a sentir más ansia y a terminar comiendo más. Las nuevas terapias, entre las que destacan la llamada Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) proponen la aceptación de pensamientos, sentimientos y emociones en lugar de su control. Por ejemplo, plantean que si no puedes cambiar la percepción de insatisfacción con tu cuerpo, puedes aprender a vivir con la insatisfacción y comenzar a luchar por las metas que te ayudarán a tener una vida plena. Si el miedo del paciente a engordar tiene que ver con la preocupación por el rechazo, la terapia se centra en mejorar la satisfacción con las relaciones sociales independientemente de que el paciente sienta o no insatisfacción con su cuerpo. Si las conductas purgativas están orientadas a reducir la insatisfacción, quizás la alternativa más saludable sea aprender a aceptar el miedo a engordar en lugar de dejarse llevar por él y provocarse el vómito. Si una persona obesa está centrada todo el tiempo en controlar sus sensaciones de hambre y su malestar emocional por medio de la comida, enseñémosle a vivir con sensaciones de hambre o con ansiedad sin dejarse arrastrar por la comida mientras orienta sus esfuerzos en mejorar su vida y en cuidar su salud, su alimentación y sus hábitos saludables. Habrá que estar atentos a la investigación en los próximos años para comprobar el alcance del cambio que parece avecinarse.
Fuente:nutricionenlauem.worpress.com
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