La adicción al móvil crece entre los adolescentes.
Una adolescente se llegó a gastar 2.000 euros al mes enviando mensajes SMS. Fue uno de los primeros casos de adicción al móvil que trató la psicóloga María Amores Fernández. De esos hace siete años. Ahora, atiende a un chaval colgado al whatsapp, la aplicación del móvil, pasando a mejor vida la anterior mensajería. Los cambios en las llamadas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) son vertiginosos y los trastornos de conducta asociados a ellas también. Son cada vez más los jóvenes hasta 24 años que presentan este tipo de trastorno y que acuden a la sede valenciana de Proyecto Hombre en busca de ayuda, según relata esta terapeuta que se ha especializado en este segmento de población. Y son los menos los que se deciden a dar ese paso.
En realidad, son los padres los que lo hacen, alarmados por los cambios de conducta de sus hijos, por el repentino bajón en el rendimiento escolar, por las horas que ganan a la noche para seguir conectados a un juego on line, a un chat o a las redes sociales, por detectar una mayor irascibilidad, por un creciente aislamiento... Hasta un 21% de los adolescentes españoles están en riesgo de ser adictos a Internet, según una encuesta reciente en siete países realizada por la asociación Protégeles y financiada por la Comisión Europea.
Es una pauta de comportamiento extensible a otros nichos de población que pueden sufrir, por ejemplo, el denominado síndrome de la vibración fantasma, es decir, experimentar la sensación de que el móvil está vibrando y sonando, aunque no se genere una adicción.
Los adolescentes son más propicios a abusar del móvil y a crear una dependencia, porque para ellos “tiene una relevancia mucho mayor”, señalan los profesores de Psicología Básica de la Universitat de València Mariano Chóliz y Verónica Villanueva, en su estudio Evaluación de la adicción al móvil en la adolescencia. “Sus características físicas, así como los procesos psicológicos que involucra, explican tanto la fascinación que les produce como el abuso que induce, o la dependencia que puede llegar a provocarles”, añaden.
Al margen de la discusión entre los especialistas de si se debe considerar a una persona adicta a Internet por utilizar la red para dar rienda suelta a su ludopatía o su dependencia al sexo, por ejemplo, lo cierto es que la síntesis de funciones que ofrece la telefonía inteligente facilita hablar del móvil como objeto de dependencia.
María Amores trata pacientes que cumplen todos los síntomas de dependencia, tolerancia y síndrome de abstinencia, con la ansiedad, nerviosismo y deterioro social que comporta. “Lo primero que nos planteamos en el tratamiento es el control del estímulo”, explica la psicóloga, reduciendo y eliminando el uso de la aplicación del móvil, en un primer momento.
“El objetivo, a diferencia del cannabis —“cuya adicción se ha incrementado mucho en los últimos años”, apostilla la terapeuta— no es que no vuelva a consumir, sino que se controle, que alcance el autocontrol personal”, comenta. Hay que trabajar con la posible falta de autoestima o de habilidades sociales y es fundamental estimular la comunicación con su entorno más próximo. Muchos adolescentes se refugian en las redes sociales, donde es más fácil establecer relaciones y manifestar opiniones que dando la cara. La terapeuta mantiene sesiones con el paciente y también con sus padres.
El tratamiento suele durar entre seis o nueve meses, dependiendo del caso, y por el momento la reincidencia es escasa, mucho menor que en otras dependencias. “Entrar bien a los chavales es muy importante”, comenta María Amores. Sus compañeros de trabajo la consideran una contrastada experta en unas adicciones tan cambiantes y nuevas como las tecnologías de las que se valen.
Los trabajadores de Proyecto Hombre atienden todo tipo de dependencias, siendo el alcoholismo la más contante en el tiempo. Hace un mes se encerraron en las dependencias que tiene la Fundación Arzobispo Miguel Roca en Valencia, participada mayoritariamente por Cáritas, para protestar por el impago de 1,2 millones por parte de la Generalitat. Junto a otros profesionales de otros centros de tratamiento de drogodependencias y cuidado de enfermos de Sida, se han manifestado exigiendo el pago de las deudas y advirtiendo del riesgo de cierre.
Fuente:elpais.com
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