La vigorexia es un trastorno psicológico en el que la persona padece una distorsión de su imagen corporal (se ve con menos volumen de músculo del que realmente tiene) y realiza grandes esfuerzos por llegar a tener el cuerpo deseado (un físico muy musculado). Estos esfuerzos tienen que ver con seguir una dieta muy estricta, realizar una actividad física para fortalecer los músculos durante muchas horas a la semana e inyectarse hormonas a través de los llamados “ciclos”. La vigorexia es mucho mas frecuente en hombres que en mujeres, y la edad de inicio es cada vez menor.
Este trastorno sería el opuesto a la anorexia (mucho más común en mujeres), ya que en la vigorexia la persona tiene miedo a la delgadez, y en la anorexia a la gordura.
Las nuevas generaciones están creciendo muy expuestas a la idea que asocia “cuerpo perfecto” y “éxito”. En este sentido, la publicidad contribuye a esta asociación: belleza-triunfo. Los cánones de belleza actuales para los hombres son cuerpos musculados y definidos. Los chavales que en la actualidad son adolescentes ya están expuestos a un factor de vulnerabilidad para caer en la vigorexia: el canon de belleza actual.
Sin embargo, para desarrollar vigorexia son necesarios más factores de vulnerabilidad. Es decir, tienen que darse a la vez varios factores para que la persona caiga en el trastorno. Estos son, baja autoestima, perfeccionismo, necesidad de control, pensamiento extremista, insatisfacción corporal y excesiva importancia del aspecto físico en el auto-concepto de la persona.
Si una persona cuenta con estos factores de vulnerabilidad y le ocurre algún acontecimiento importante a nivel emocional como puede ser la ruptura de una relación, la muerte de un ser querido, una etapa difícil en el trabajo o en los estudios, el divorcio de los padres, etc, este acontecimiento puede operar como desencadenante del trastorno.
Lo que suele ocurrir es que la persona empieza a hacer más deporte y a encontrar beneficios físicos. Ve cómo va cambiando su cuerpo y esto hace que le suba la autoestima y le baje la sensación de insatisfacción que tenía (a nivel físico y en otros niveles). Aquí empieza a desarrollar miedo a estar delgado. Esto es, miedo a no estar definido o a no tener fuertes músculos.
Entonces, la persona empieza a emitir conductas más extremas para conseguir un cuerpo musculado, como es seguir una dieta hiperprotéica y ciclarse (inyectarse hormonas). En este punto, la persona ya está dentro del trastorno.
La semana pasada, se ha estrenado en Madrid, el documental Vigor de Alfonso Rivera y Diego Cortés. En este trabajo, se aborda el trastorno con mucho respeto y claridad, y el espectador puede entender la complejidad de la vigorexia.
Qué pueden hacer los padres
En primer lugar, no quitarle importancia al asunto. Si empiezan a sospechar que su hijo tiene conductas excesivas con respecto a la dieta y al ejercicio físico, tomen medidas. Las consecuencias que tiene caer en vigorexia son muchas y a niveles muy diferentes.
La persona puede llegar a padecer una gran cantidad de alteraciones fisiológicas y psicológicas. La más notable es la distorsión de la imagen corporal: la persona se ve más delgada y con menor volumen de músculos de los que realmente tiene. También es frecuente la alteración del ánimo: la persona se encuentra irritable, en primer lugar, debido a la dieta tan estricta que sigue. Esto le hace no ingerir los nutrientes que el cuerpo y la mente necesitan para funcionar de forma óptima.
Cuando el cerebro no tiene nutrientes suficientes, ahorra energía y divide el mundo en dos: blanco y negro. Esto genera pensamiento extremista y cambios bruscos de ánimo. La persona sólo puede procesar las cosas que le ocurren como “todo” o “nada”. La irritabilidad, por supuesto, se dispara, con el consumo de ciclos de hormonas.
Estar dentro del trastorno hace que se potencien aun más los factores de vulnerabilidad, esto es, que baje aún más la autoestima, que se dispare el perfeccionismo, que aumente la necesidad de control y que la persona base únicamente su auto-concepto en función de su físico.
También ocurre que la persona reduce sus relaciones sociales, porque no puede hacer vida normal. No puede comer o cenar con sus amigos, y se siente inseguro e irritable, porque no se ve con el cuerpo que desea y que cree le hará sentir bien, porque nunca es suficiente.
Medidas a tomar
Como primera opción es necesario tener una conversación con su hijo transmitiendo la preocupación que los padres sienten debido a las conductas que ven que su hijo está realizando.
En esta conversación pueden observar la reacción de su hijo. Algo común cuando la persona está dentro del trastorno es la negación: o bien de la presencia del trastorno o bien del nivel de gravedad de este. De esta manera, el chaval puede argumentar que él está bien y no le pasa nada, o bien puede aceptar que sí es cierto que hace dieta y hace mucho deporte, pero que eso es algo que lo hace todo el mundo (negación de la gravedad).
Si el chaval admite la presencia del trastorno, no dudar en acudir a un especialista porque el trastorno nunca se pasa solo, y es muy difícil salir del mismo, así que cuanto antes se tomen medidas, mejor.
Y si su hijo no admite la presencia del trastorno, o niega la gravedad del mismo, puede usted abordarlo desde la preocupación por el estado emocional, porque algo muy común y fácilmente apreciable son los síntomas emocionales como son la irritabilidad, el bajo estado de ánimo y el humor cambiante.
Siempre es necesario consultar con un terapeuta especialista en trastornos de alimentación.
Cómo prevenirlo
La vigorexia no es algo que ocurra de la noche al día. Hay un caldo de cultivo importante. Lo que pueden hacer los padres es no fomentar los factores de vulnerabilidad y desarrollar factores protectores.
Es fundamental alimentar de forma sana la autoestima de su hijo. No defender el perfeccionismo. Puede ser positivo el crecimiento personal y la auto-superación pero el perfeccionismo es una meta inalcanzable.
No emitir mensajes extremos de culto al cuerpo. Respecto a la educación de los hijos es mucho más importante lo que se hace que lo que se dice, por lo tanto, en este sentido, los padres pueden tomar conciencia de los mensajes que emiten a sus hijos respecto al valor del aspecto físico. Cuidar la estética a un nivel moderado es natural. Sin embargo, emitir conductas extremas hace muy probable que los hijos las reproduzcan cuando sean mayores.
No elegimos a nuestros amigos por su cuerpo, no encontramos trabajo por nuestro cuerpo, no encontramos pareja por nuestro cuerpo. Y puede que algunas personas sí lo hagan. De acuerdo. Entonces, la pregunta sería: “¿Y tú quieres que a ti te elijan por tu cuerpo?”.
Fuente:elcofidencial.com
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