Los expertos estiman que en España la padecen entre 20.000 y 50.000 personas.
Afecta principalmente a hombres jóvenes, con poca autoestima, muy obsesivos y controladores y que en muchos casos han recibido burlas en su infancia.
Además del excesivo ejercicio físico, las personas que padecen este trastorno controlan de forma estricta su alimentación y suelen tomar esteroides.
Viven obsesionados por su imagen y tienen fobia a mostrar su cuerpo, un físico que consideran enclenque y flácido y que intentan corregir a base de una dieta estricta y de extenuantes jornadas en el gimnasio que les aíslan del mundo. Padecen vigorexia, un trastorno obsesivo que va en aumento.
Aunque no existen estadísticas, los expertos estiman que en España entre 20.000 y 50.000 personas padecen vigorexia, un trastorno que implica una obsesiva preocupación por el aspecto físico y una visión distorsionada de la propia imagen.
Afecta principalmente a hombres jóvenes, con poca autoestima, muy obsesivos y controladores y que en muchos casos han recibido burlas en su infancia debido a su aspecto, según explica el responsable de Gestión del Conocimiento e Investigación del Instituto de Trastornos Alimentarios (ITA), Antoni Grau.
Para el vicepresidente de la Federación Española de Medicina del Deporte (FEMEDE), Miguel del Valle, estas personas se ven sin musculatura, flácidos e intentan corregirlo mediante la práctica deportiva sin límites, sin tener en cuenta los riesgos que conlleva.
Control de la alimentación
Pero su obsesión no solo se centra en el gimnasio, sino también en la alimentación. "Se alimentan casi exclusivamente de proteínas y algunos carbohidratos, eliminando las grasas de su dieta con el fin de obtener más masa muscular", indica.
Alfonso Perote, del Instituto Tomás Pascual para la Nutrición y la Salud, subraya que las personas con vigorexia llevan un riguroso cálculo macronutricional de las calorías, proteínas, hidratos de carbono y grasas de todos los alimentos consumidos, "que suelen ser muy poco variados".
"Son dietas que se restringen a pocos alimentos, tales como arroz, pasta, pollo, pavo, atún, lácteos desnatados, sin condimentos ni grasas para cocinar", explica.
Perote advierte, además, de que muchas de estas personas consumen además esteroides, sustancias en su mayoría ilegales que estimulan el desarrollo muscular y disminuyen la grasa.
Efectos secundarios
Entre los efectos más frecuentes provocados por el consumo de estas sustancias están el encogimiento de testículos, infertilidad, calvicie y mayor riesgo de padecer cáncer de próstata en hombres y la reducción del tamaño de las mamas, aumento del tamaño del clítoris, redistribución de la grasa a formas andróginas, aumento del vello facial y pérdida de cabello en mujeres.
Además, provocan hipertensión arterial, aumento del riesgo de infarto, acné y, en los adolescentes, detención brusca del desarrollo y crecimiento por madurez esquelética prematura.
En cuanto a su obsesión por el ejercicio físico, Miguel del Valle subraya que estas personas "viven únicamente para su cuerpo". Son deportistas compulsivos que anulan todas las demás facetas de su vida, de manera que muchos de ellos se pasan las tardes en el gimnasio haciendo circuitos una y otra vez.
De esta manera, Grau señala que la mayoría de ellos no tiene pareja y su vida social se ve muy deteriorada, hasta el punto de que muchos de ellos buscan trabajo en los propios gimnasios "porque es la única forma que tienen de compatibilizar esta obsesión con ganarse la vida".
Una imagen equivocada
Este experto indica que la idea que se tiene de la persona con vigorexia es, en la mayor parte de los casos, equivocada. "Tenemos la imagen del cachas, del narcisista... y la realidad no es esa".
De hecho, estas personas procuran no exhibir nunca su cuerpo debido a la distorsión que tienen de su propia imagen. El vicepresidente de la FEMEDE alerta de que los indicadores señalan que este trastorno ha aumentado en los últimos años.
"La publicidad tiene mucho que ver", señala. "Los medios de comunicación ofrecen imágenes corporales que fomentan conductas que pueden desencadenar trastornos de este tipo en poblaciones vulnerables, ya que los estilos corporales deseados e idealizados van de la mano de la publicidad y la moda".
Ante esto, recomienda enseñar y educar desde la infancia, aunque reconoce que "mientras se sigan propugnando y transmitiendo determinados valores respecto a los modelos sociales estándar a imitar, el reto es complicado".
Fuente:20minutos.es
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